Image: Javier García Sánchez

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Novela

Javier García Sánchez: "Lo que vemos hoy en literatura es de sonrojo"

10 marzo, 2005 01:00

Javier García Sánchez, por Gusi Bejer

Pregunta: ¿Cuáles eran las cinco razones que en principio le desaconsejaban escribir la novela? Respuesta: Diré sólo la primera, pues el resto son un desglose. Había prometido que nunca más malos rollos literarios, historias de dolor... P: ¿Y qué argumentos le dio la protagonista de la dedicatoria para convencerle de lo contrario? R: Diré sólo el primero: “Quítatela de la cabeza ya, o te perseguirá siempre”. P: ¿Realmente ha pasado 20 años contando a sus amigos detalles sobre la crueldad de Erzsébet Báthory, sin atreverse a escribirlo? R: Cierto. Yo mismo me pasmaba de sus reacciones. Los “cobayicé”. Ahora ya sé más o menos cómo pueden responder los lectores. P: ¿Qué le ha prestado al personaje de János Frantizek, narrador de la obra, quizá su fascinación ante el mal? ¿O es temor? R: No es temor, pero hacen falta redaños para afrontar determinados temas. El Mal es una materia literaria única, o la pugna de las fuerzas del Mal contra las del Bien. Entendámonos: me interesa mucho más leer a Baudelaire o Sade que a Paulo Coelho y adláteres... P: ¿Cómo explicaría la poética del mal de la Condesa? R: Son casi 400 páginas para hacerlo. Intento dar pautas para una aproximación intelectual, aunque también lírica, a ese fenómeno. P: ¿Justifican las taras heredadas, el consumo de drogas y la epilepsia los crímenes de esta psicópata? R: No, pero todo fueron vías que la condujeron al abismo del crimen. Ella era mala en esencia, un animal, un depredador sin sexo que torturaba por el placer de deleitarse en el dolor ajeno. P: ¿Qué justifica el silencio de los testigos? R: Todos debían estar aterrorizados, amén de sobornados. Aquello demostró que una sola persona con poder puede montarse un genocidio portátil, como un Auschwitz de andar por casa... P: ¿Por qué, también ahora, preferimos desviar la mirada ante el mal? R: Creo que todos llevamos un monstruo dentro, o un asesino, en potencia. ¡Que nos toquen a una cría o que nos falte el alimento! No obstante, ese Mal tan puro amedrenta, pues carece de discurso, de lógica, y es vano condenarlo. Sólo cabe mirarlo de soslayo para evitar que se repita. P: El libro describe escenas espeluznantes, y el capítulo final es sobrecogedor... ¿Es fácil contenerse ante historias tan terribles? R: No, tuve que afrontar una travesía mental de 20 años para atreverme a escribir ese capítulo final en el que ella piensa y siente, emparedada viva. Pese a todo, creo que es el libro más poético que nunca he escrito. Como contrapeso al dolor. P: ¿Y no es una contradicción que el relato sea poético? R: Ya lo dije. He procurado poner grandes dosis de ternura para compensar, y créeme que hacían falta toneladas... P: ¿Y no teme perder lectores que renuncien a acudir al diccionario para comprender “dehiscente”, “nequicia”, “grimorios”, “estridulaba”, ahora que parece imponerse lo fácil, de consumo inmediato? R: Tú lo has dicho. Será un honor que alguien acuda al Diccionario, la mayor maravilla que tenemos. A mí, como escritor y como lector, me cautiva descubrir nuevas palabras. Lo que vemos hoy en literatura es de sonrojo. Por temor a sonar demasiado cultos muchos rebajan el listón del lenguaje hasta lo óseo. Además, creí que merecía la pena esa apuesta en una narración de época, con aire gótico... P: ¿Por qué vuelve a la novela histórica, es que en la vida cotidiana no hay suficiente horror? R: No como el que instauró Báthory. En cuanto a la novela histórica, hoy me consta que se hacen como churros, por encargo. En los 80 escribí novela histórica, ahora he vuelto a hacerlo, pero me avergöenza el patio... P: En el libro escribe: “Quien tiene el poder es para ejercerlo, para hacer ostentación”. ¿También en el mundo literario español? R: Aborrezco el poder en cualesquiera forma que se manifieste. Soy anarquista. P: ¿Quiénes son los escritores españoles más poderosos y cómo ejercen su poder? R: Pienso que los escritores siempre estamos un poco “vendidos”. Ora te sonríe la fortuna, ora te da la espalda. Vamos a la contra por el sencillo acto de crear poesía. P: Y los críticos ¿saben ejercer el suyo? R: Unos sí y otros no tanto. No quisiera estar en su piel y tener que juzgar, deprisa, “presionados”, y temo que no espléndidamente pagados, la obra de otros. P: Su literatura es un antídoto ante tanto libro de fácil consumo y olvido. Como profesor de Teoría de la Novela, ¿qué hacer para combatir esos productos ? R: Hoy nada. Pasarán ellos solitos. Me gusta definirme como un novelista que escribe justo libros de antiautoayuda. Que obliguen a la reflexión, por dura que sea. P: ¿Y como lector? R: Selecciono con enorme tiento aquello que leo. Creo que aún sigo “clavado” en Clarice Lispector y Thomas Bernhard. P: Para orientarnos, ¿cuál es la última novela española actual que ha leído? R: Actual no, pero sí contem-poránea: Escuela de mandarines, de Miguel Espinosa. Y releído, pues la primera vez ni me enteré. Para mí es la Biblia en prosa. P: ¿Y su escritor joven favorito? R: Andrés Ibáñez.