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Novela

En en blanco

Ken Follett

21 abril, 2005 02:00

Ken Follet. Foto: Archivo

Traducción de Ana Rita da Costa. Grijalbo. Barcelona, 2005. 560 páginas, 22’90 euros

Las historias de peligro, que crean un tipo de angustia en el receptor a través de sus páginas, son un signo distintivo del lector del siglo XX, según el propio Ken Follet. Y aun ahonda más en este tipo de estructuras: esa sensación puede darse en dos niveles: peligro para los personajes de la narración y para la población en general.

El desarrollo de nuestra reciente historia ha demostrado al ser humano su indefensión ante guerras que involucraron a toda la población de nuestro planeta. La tradición de la amenaza de catástrofes es tema común en toda la trayectoria de la historia literaria. De todas maneras, tras vender más de cincuenta millones de libros en todo el mundo, nuestro autor puede afirmar que conoce los gustos de un amplio número de lectores, que siguen esperando la prometida continuación de Los pilares de la Tierra, del que sólo en España se vendieron cuatro millones de ejemplares.

Ken Follet (Cardiff, Gales, 1949) nos ofrece desde la primera página de En el blanco acción trepidante: Oxenform, una "empresa boutique" situada en Escocia y dedicada a la experimentación de vacunas contra virus letales, con unas medidas de bioseguridad muy sofisticadas, tiene la noticia de la desaparición de un potente y peligrosísimo virus. El bioterrorismo entra así en la vida de esos seres, atrapados, como los ladrones, en una terrible tormenta de nieve. La acción transcurre en un breve lapso de tiempo: apenas dos días, y cada capítulo está encabezado por una hora concreta. En esta narración se reparten el protagonismo una mujer, Antonia, Toni, responsable de la seguridad de la empresa, que resulta ser hija de escocesa y español (quizá como un guiño a sus numerosos lectores en castellano); el propietario del laboratorio, Stanley, y su familia, y muy especialmente su hijo Kit, con importantes deudas con la mafia.

En una narración heterodiegética, Follet consigue una mejor objetividad aparente, pero conduce al lector con su dominio de la estructura narrativa por los derroteros que le interesan, transmitiendo eficazmente esa sensación de urgencia que engancha al lector, y pone también sus dosis de glamour para construir un eficiente artefacto de entretenimiento. Hay que destacar la excelente documentación científica que sirve de base a Ken Follet para hacer más creíble la historia, donde nos vamos familiarizando con el apasionante mundo de la biotecnología, con sus luces y sus numerosísimas sombras. Mientras el pretendido ladrón aparece muerto por el virus letal, el suspenso crece y también ciertas relaciones interpersonales afectivas que le añaden la pimienta a esa historia envuelta en misterio y virus, para formar una intriga trepidante.