Image: Manuela

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Novela

Manuela

Francisco Peregil

8 septiembre, 2005 02:00

Francisco Peregil

Espasa. Madrid, 2005. 224 páginas, 17’90 euros

Manuela es la tercera novela de Francisco Peregil. Su composición está organizada en tres partes, en las cuales se desarrollan varias historias que sólo en su convergencia final acaban revelándose como ramas de la misma historia de amores y guerras vividos entre la infancia y la vejez.

Las dos primeras partes atienden más al presente, una en el encuen-tro casual de dos ancianos españoles en Dublín, otra en el pudoroso amor entre un joven asistente social y una anciana trapecista retirada en un pueblo andaluz. En la tercera parte, la más intensa, se lleva a cabo una larga retrospección temporal que llega hasta la guerra civil española para contar la dramática historia de 454 niños que, en mayo de 1937, fueron enviados a la ciudad mexicana de Morelia para escapar de la muerte. Entre aquellos niños iba uno de los dos ancianos que ahora se han encontrado en Dublín (Antonio el Pecas), la casi octogenaria trapecista enferma de alzheimer y la bella Lucía Palacio. Los tres alcanzaron el éxito como trapecistas y vivieron un apasionado triángulo amoroso hasta su ruptura como amantes y artistas de renombre.

Ahora una periodista se propone reunir datos para un libro sobre los niños de Morelia. En tal cometido entrevista a varios supervivientes con el encargo añadido de encontrar a Antonio el Pecas para que Manuela pueda volver a abrazar a su antiguo amante antes de perder definitivamente su memoria. Rosario Luto busca a un hombre del pasado y, con ello, lucha también por la razón de ser de su novela. El recuerdo de Soldados de Salamina salta a la vista: más allá de las grandes diferencias entre la novela de Cercas y la de Peregil, en ambas hay un periodista que pugna por encontrar a una figura del pasado en la que se oculta el mayor atractivo de su novela. Aunque en esto terminan las semejanzas. Pues en Manuela es el viejo trapecista quien se presenta en casa de la mujer a quien no había olvidado en 50 años de ausencia.

Con esta historia de sentimientos, enraizada en la tragedia colectiva del exilio español, el autor ha construido una novela de emociones en la que todos han perdido algo, incluso quienes ganaron la guerra. Su discurso adopta un estilo de crónica periodística en la narración, estructurada con gradual aprovechamiento de múltiples perspectivas complementarias que van desde los testigos hasta el narrador omnisciente, pasando por la periodista, y se agiliza y enriquece con la variedad de unos diálogos rápidos y nerviosos. Así esta novela recrea un episodio dramático de nuestra memoria histórica, concentrando el desgarrón afectivo de aquella magna tragedia en el triángulo de amores concatenados, no siempre bien correspondidos, entre los tres personajes principales. Tal vez algunos episodios merecían más desarrollo. Pero hay que reconocer al autor el acierto de saber callar a tiempo en una relación tan fuera de lo común como la dibujada entre el joven asistente social y la vieja trapecista. Y también debe apreciarse la eficacia del humor y algunos juegos de palabras con la intención de impedir la caída en el melodrama y la sensiblería.