Image: La unción

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Novela

La unción

Carlos Soto Femenía

8 septiembre, 2005 02:00

Carlos Soto Femenía. Foto: Archivo

Premio Alfonso VIII. Edaf, 2005. 187 páginas, 11’95 euros

Carlos Soto (Palma de Mallorca, 1966) ha sido hasta ahora un escritor a ráfagas. Hay en su prehistoria literaria algunas tentativas, un par de cuentos y varios abandonos. Acaso el premio obtenido con esta novela le sirva para afianzarse.

Está escrita por un experto en informática, y la informática desempeña un papel destacado en la historia y en el desarrollo de La unción, que comienza ofreciendo los signos externos de una novela de intriga -todo arranca con la sospecha de un posible tráfico ilícito de información por parte de ciertos empleados que prestan servicio en una gran empresa de mantenimiento de sistemas informáticos- y respetando esta pauta, en líneas generales, hasta el final. Hay que advertir antes de nada, sin embargo, que el subgénero del relato de intriga es únicamente el envoltorio de una historia que orienta hacia otros derroteros. El lector sentirá, en efecto, cierta extrañeza al comprobar que, aunque el marco espacial está constituido por lugares españoles que se mencionan -así, ciudades como Valladolid, o bien pueblos como Ampudia o Montealegre-, los personajes tienen nombres tan insólitos como Madom, Viggo, Emilie, Sabine Küppen o Kurtz. Es patente una voluntad de desrealización o, si se prefiere, de abstracción que aparta la obra de los prototipos habituales de las novelas de misterio -aunque exista, de hecho, un misterio, y también dos investigadores improvisados- y la aproxima al territorio del relato alegórico o simbólico, como si el autor se sintiera más atraído por el universo de Kafka y de Borges que por los caminos más trillados de Simenon, Chandler o cualquiera de los numerosos cultivadores de la literatura de intriga. Los sucesos narrados al principio, el ambiente de la empresa con sus numerosos empleados, los pequeños gestos sospechosos que parecen contradecir la aparente normalidad del trabajo cotidiano, todo lo que constituye el planteamiento de la historia, en suma, está construido con sencillez y con cierto frío distanciamiento, con una tonalidad que reaparece luego en diversos momentos y que tiene su modelo en la objetiva descripción de complejas operaciones informáticas descritas con la precisión de un manual de instrucciones. Pero pronto empiezan a mezclarse elementos confusos e inexplicables, como los sueños de Madom o, en otro terreno, la misteriosa agresión, narrada elusivamente, de que es objeto por parte del calvo desconocido. El meollo de la historia se complica, se hace más denso y descubre numerosas ramificaciones que podrían responder al modelo que el mismo narrador caracteriza de pasada al comentar un programa informático: "Varias células, enlazadas entre sí en un trazado circular, tal y como se diseñaba una estructura de red de ordenadores en anillo, que a su vez enlazaba como una estructura de red en estrella, comunicándose en un solo sentido cada célula con una macrocélula central..." (pág. 137).

El paradigma informático, efectivamente, es el modelo narrativo de una historia que, como cabía esperar, se diluye y amplía de tal manera que pierde sus límites y se hace inabarcable. De ahí que no haya un desenlace claro -no podría haberlo- y que incluso quede meramente insinuado el motivo del "grupo" o sistema que aniquila a quienes no se integran en él. Para hacer más claro y explícito el mensaje hubiera sido necesario un desarrollo más medido y tal vez un mayor dominio de la sugerencia. Tal como está, La unción es una novela interesante por la novedad de su planteamiento, con rasgos que descubren buena capacidad narrativa -las conversaciones regadas con ginebra, el paisaje lluvioso y melancólico del pueblo, con su iglesia y su castillo, ciertos toques ambientales-, pero con una construcción en parte fallida, que merma la efectividad de la idea nuclear. Hay, además, percepciones sensoriales y oníricas de notable fuerza expresiva, con muy pocos excesos (como en "su aspecto era el de un cerdo aplastado mirando la luna" -pág. 90-, imagen difícil de precisar por experiencia). Carlos Soto es un escritor que puede ir a más.