Novela

Vidas de santos

Rodrigo Fresán

15 diciembre, 2005 01:00

Julián Jaen

Mondadori. Barcelona, 2005. 303 páginas, 16 euros

No es de extrañar que la contracubierta de Vidas de santos venga acompañada de las confirmaciones de Roberto Bolaño y de Enrique Vila-Matas, escritores ambos que muestran la nueva dirección de la ya no tan joven literatura en español.

Porque Fresán (Buenos Aires, 1963), brillante periodista, obtuvo con su primer libro Historia argentina (1991) un éxito de ventas en su país. Su segundo libro fue Vidas de santos o Hábeas Christi (una receta), publicado en 1993 y ahora rehecho. Le siguieron Trabajos manuales (1994), Esperanto (1995), Mantra (2001, ed. española en 2003) La velocidad de las cosas (1998, ed. española en 2002), y Jardines de Kensington (2003). Desde 1999 reside en Barcelona.

En el epílogo a este libro, con el título de "Estado de gracia" descubrirá el lector sus deudas literarias. Nos hallamos ante un libro publicado en su país en 1993 y que ahora ha rehecho "con inevitables agregados". La alusión es aplicable al conjunto, donde descubriremos menciones a la destrucción de las Torres Gemelas o al entierro de Juan Pablo II. Admite que de este libro procederán Esperanto, La velocidad de las cosas, Mantra y Los jardines de Kensington, "así como la novela que ahora estoy escribiendo". Precisa que "Vidas de santos ha sido restaurado en su totalidad, reordenado y se le han añadido varios textos".

Conocemos, pues, la génesis material de un libro fundamentalmente experimental, entre el libro de relatos -según lo entiende el autor - y la novela, montado con materiales dispersos e integrados, collage literario, cuya unidad reside en la aparición de falsos Jesús y en la reflexión sobre la naturaleza de Dios. La religión equivaldría a una de las Bellas Artes, según confiesa. Pero Vida de santos, es un continuo experimento sobre la naturaleza de la voz narradora y lo metaliterario. El autor se sirve del término "freak" (pag. 127) y del personaje del Freako (pag. 245).

La mezcla de fragmentos bíblicos en boca de la multiplicidad de personajes, de canciones, la constante irrupción de términos ingleses, escenas de películas clásicas con referencias a los guionistas/novelistas del Hollywood dorado (Scott Fitzgerald, N. West), elementos del género policíaco, reflexiones críticas sobre Warhol, la novela Drácula, la droga, consideraciones sobre la esencia de la literatura y sus relaciones con la ciencia, en un paisaje casi inexistente, escaso en la descripción, pero con la referencia constante de "Canciones tristes", procedente de su primer libro, que vale tanto para designar un país o un lugar. El relato busca ofrecernos un caos que correspondería a la naturaleza de ese Dios inasequible. Pero las criaturas realizan milagros: Michale Dunbair sube a los cielos. Jesucristo aparece a menudo, incluso como actor en la pag. 174. Priva el sentido del humor, la sátira de la novela histórica (se permite la alusión a El Código da Vinci, sobre el que Fresán ha escrito un brillante ensayo). Su capacidad narrativa es innegable. La novela como un caos se asemeja al laberinto borgeano, fruto éste de una implacable lógica. La de Fresán es el mundo "pop".

La lectura de Vidas de santos no es fácil para un lector que entienda la literatura situada en los límites tradicionales. Se perderá entre los infinitos caminos que se entrecruzan y que no acaban de cerrarse. La heterodoxia del mensaje -la preocupación del hombre por un Dios multiforme e inexistente- no deja indiferente. Ni el orden desordenado, fruto de experiencias tecnológico-artísticas, resulta tan innovador.