Novela

Un año irrepetible

Eduardo Alonso

13 abril, 2006 02:00

Eduardo Alonso. Foto: Iñaki Andrés

Alzira. Valencia, 2005. 152 páginas, 8 euros

Eduardo Alonso (1944) alcanzó prestigio literario en los ochenta con novelas en las que se aprovechaba la historia como marco para especulaciones en ejerci-
cios de imaginación y estilo.

A este propósito respondían El insomnio de una noche de invierno (1984) y Los jardines de Aranjuez (1986), ambientadas en el siglo XVII. En la década siguiente el autor siguió dando muestras de su calidad literaria en las narraciones cortas Flor de Jacarandá (1991) y El retrato del Schifanoia (1992). El talento narrativo de Alonso y su tarea como profesor de Literatura se aunaron en Palos de ciego (1997) para dar réplica a la novela picaresca completando el relato autobiográfico del Lazarillo con la narración del ciego.

Parecida unión de la pasión narradora del autor y su profesión docente vuelve a darse en Un año irrepetible, que constituye una novela de adolescentes empeñada en dar cuenta de las peripecias ocurridas en un instituto valenciano (el Instituto Benlliure del autor) durante un curso escolar de nuestro presente. El relato está distribuido en diez capítulos, los que dura el curso, centrados en los alumnos y profesores de un grupo de tercero de la Enseñanza Secundaria Obligatoria (ESO). En su narración, ágil y fluida, con abundantes elipsis para mantener el dinamismo del relato y el interés del lector, se cuentan, con ironía y humor, las habituales tareas de un grupo de alumnos recién entrados en su adolescencia, con las pequeñas trifulcas y novedades que alteran la vida cotidiana de chicos y profesores en el centro. Así se van sucediendo los trabajos y gracias de cada día, con algunos estudiantes aplicados y muchos más que se desentienden de sus labores, ante la vigilancia de sus profesores, entre los cuales merecen especial mención la profesora de Lengua y el encargado de Alternativa a la Religión, que siembra sus intervenciones con aquellos latines que ya no puede aplicar en su materia por haber desaparecido ésta de los programas de Enseñanza Secundaria.

Entre los alumnos del grupo aparece una chica ecuatoriana que, con sus peculiaridades lingöísticas y con la narración de su experiencia en una familia de inmigrantes, favorece el perspectivismo con otra visión diferente de la vida. Lo cual se amplía con la colaboración del "gorrilla" marroquí que acepta contar el último día de clase su lucha por sobrevivir, desde su origen humilde en una familia de caravaneros que recorrían el desierto del Sahara, pasando por sus trabajos de albañil y camarero en Alemania y Holanda, hasta llegar por amor a Valencia, donde ahora se gana la vida como aparcacoches, hablando idiomas y habiendo estudiado Filología en la Universidad de Fez. Las peripecias de la ecuatoriana y el magrebí aportan un significativo contraste bien aprovechado para dotar de más amplio sentido esta novela de adolescentes en período escolar. Y también acierta el autor en su mirada irónica, amable y llena de cervantina comprensión ante las travesuras y pequeñas rebeldías de estos chicos en su modo de ver la vida y en sus peculiares formas de expresarse.