Novela

Ella, tan amada

Melania G. Mazzucco

16 noviembre, 2006 01:00

Melania G. Mazzucco. Foto: Marco Marianella

Premios Napoli y Vittorini. Trad. Xavier Glez. Rovira. Anagrama, 2006. 568 páginas, 23 euros

En todas sus novelas, Melania Mazzucco (Roma, 1966) lleva la realidad hasta el borde de la ficción. Sus obras narrativas impresionan por su precisión literaria. En su último libro publicado en España, Ella, tan amada, vuelve a utilizar la realidad novelada para contarnos la vida de una de las mujeres más fascinantes y originales de la literatura del siglo XX.

Annemarie Zchwarzenbach (1908-1942) pasó por el mundo como un ángel devastador. La novela se abre con su muerte, a los 34 años, por una simple caída en bicicleta. Destino imprevisto para alguien que intentó quitarse la vida en varias ocasiones sin conseguirlo. Su figura delgada, confundida con la de un hombre, deja al descubierto esa tristeza que siempre la acompañó. La novela sigue los pasos de la joven millonaria desde sus primeros años en el Berlín de 1930, en donde empieza a frecuentar el gremio de los artistas. Su personalidad arrolladora despertó sentimientos de admiración y envidia. Adicta a la morfina, fue arqueóloga, reportera y fotógrafa, viajando por un sinfín de países del Medio Oriente.

La obra es fiel a los grandes ejes de la vida de la escritora. Desde su relación con una madre que fracasó en el intento de plegar a su hija a unas tradiciones resueltamente conservadoras, hasta su devota amistad con la familia de Thomas Mann, cuyos hijos, Erika y Klaus, causarán en Annemarie una admiración obsesiva. Junto a ellos, formará un famoso trío de indeterminada sexualidad. Enamorada de Erika, será la relación con Klaus la que en la biografía adquiera mayor alcance. Desde sus infortunios amoríos con mujeres viajera a sus terribles estancias en hospitales psiquiátricos, internada por padecer una esquizofrenia poco convincente, Mazzucco no deja escapar detalle de la vida de la periodista. Recrea a la perfección el ambiente tenso de entreguerras en el que Annemarie, junto a los Mann, de origen judío, iniciará una labor de resistencia desde diferentes países.

Volátil, misteriosa, noble, asexuada, terrible, casi transparente, Annemarie fue una mujer inalcanzable. "Seguiría vagando, sin detenerse -como un ave migratoria, que sobrevuela todos los dominios sin reconocerse nunca en ninguno de ellos- , de una orilla a otra del mundo, sin encontrar nunca su casa, librándose a una forma de existencia tan inquieta y errante que limita con la locura" (pág. 227). Despertó una admiración que continúa viva entre las mentes más artistas al seguir inspirando biografías como la de Mazzucco, que ha sabido injertar en la novela de forma admirable una investigación de gran precisión. Su minuciosidad narrativa la sitúan en lo más alto de la escala de los autores contemporáneos.