Novela

Golpes de mar

Antón Castro

14 diciembre, 2006 01:00

Antón Castro. Foto: José Antonio Melendo

Destino. Barcelona, 2006. 256 páginas, 19 euros

El periodista y escritor coruñés -afincado en Zaragoza- Antón Castro rinde tributo a su tierra natal en los 16 cuentos que componen este volumen. En rigor, no se trata de una obra enteramente nueva, porque siete de estos relatos, redactados originariamente en gallego, habían aparecido en el libro titulado Vida e morte das baleas (1997), si bien, según confiesa el autor, han sido reescritos para esta ocasión. El conjunto, añade Castro, se presenta como "el punto y final [sic] a una dilatada obsesión, mi mirada hacia el mar, las ballenas y esa región del alma llamada Baladouro [...], en A Coruña". Son, en efecto, cuentos ambientados en las costas brumosas de Galicia, con viejos marineros, leyendas fantásticas, adolescentes desnortados y playas azotadas por el viento. Aunque es casi inevitable recordar los modelos de Cunqueiro, el cariz desdibujado y borroso de algunos hechos casi confinantes con el sueño -como en "Airas Padín"- permite evocar también los ambientes de algunas Leyendas de Bécquer. Por otra parte, el amor enfermizo y la figura doliente de Clara en "El jardín después de la lluvia" trae ecos indudables del Valle-Inclán de la primera época. Pero no son estos nombres, que pueden ayudar a descubrir algunas de las coordenadas de la obra, lo importante, sino el tratamiento que Castro confiere a sus historias, algunas de las cuales, separándose un tanto de los motivos más frecuentes del libro, se internan en el terreno de la literatura y de la creación, como los titulados "Ballenas" o "El hermano que le inventé a mi hermano", claro homenaje amistoso al escritor Manuel Rivas.

Lo más granado de estas páginas es la creación de ambientes, el minucioso y preciso trazado de los lugares en que suceden los hechos, las sensaciones de las playas desoladas, de los caserones húmedos, del olor a pescado, de la lluvia. Menos vigor posee el desarrollo de las historias, aquejado a veces de una prolijidad que tiende a ofrecer muchas informaciones irrelevantes, contrarias a la economía del cuento, o cuya función en el relato no se advierte en absoluto. Así, cuando Alba llega a Caión en "Destino de lamia", se nos cuenta que "había llamado la noche anterior para alquilar un amplio cuarto con terraza al puerto", que "se mareaba siempre en los autocares, incluso en los buses urbanos, y a menudo no podía contener el vómito" y que el conductor "la ayudó a bajar el equipaje..." (p. 12). Pero ninguna de estas informaciones tiene repercusión en la historia que luego se narrará. Un poco más adelante (p. 13) aparecerá el farero Buxán, que "aparentaba estar muy ágil, aunque Alba entrevió en su mirada taciturna un carácter soñador, dado a las añoranzas". No se entiende qué sentido tiene "aunque", porque la agilidad corporal y el carácter soñador no parecen rasgos contradictorios. Estos y otros ejemplos análogos indican que a la prosa del autor le habría convenido una enérgica poda.