Novela

La enfermedad

Alberto Barrera Tyszka

11 enero, 2007 01:00

Alberto Barrera Tyszka. Foto: Archivo

Premio Herralde. Anagrama. Barcelona, 2006. 176 páginas, 15 euros

La última convocatoria del Premio Herralde de Novela ha destacado a dos escritores hispanoamericanos poco conocidos en España: el venezolano Alberto Barrera Tyszka (Caracas, 1960), guionista de televisión, poeta, ensayista y novelista, ganador con La enfermedad; y la cubana Teresa Dovalpage, finalista con Muerte de un murciano en La Habana. La novela ganadora constituye una muy interesante indagación en la vivencia de la enfermedad, en su profunda influencia en las relaciones personales y en su consideración como imagen de la esencial fragilidad de la condición humana. Sus mejores cualidades literarias radican en haber sabido abordar el tratamiento de temas y situaciones de honda gravedad existencial sin artificiales virtuosismos, con la natural fluidez de una narración que, sin rechazar algunas vías de escape por medio del humor, avanza con firme pulso narrativo en un estilo ágil y siempre ajustado a cada fase del relato.

En La enfermedad se cruzan dos experiencias distintas vividas por dos enfermos. Ambas se desarrollan y entrelazan en una narración alternante que se mantiene desde el comienzo hasta el final, en las dos partes de que consta la novela, con la necesaria variedad para que dicha alternancia no acabe resultando previsible. La primera parte arranca con la noticia del cáncer detectado en el padre del protagonista. éste es un médico que, huérfano de madre desde niño, recibió las mejores atenciones de su padre. Ahora se encuentra en el dilema de actuar como siempre ha hecho como profesional y descubrir a su padre la gravedad de la situación o no revelarle la verdad por miedo a la muerte anunciada. Con esta historia entre hijo y padre se cruza otra experiencia de la enfermedad encarnada por el pa-
ciente Ernesto Durán, quien, separado y en soledad, se siente enfermo a pesar de que las pruebas realizadas no han reflejado nada anormal. Con ello se alternan dos modos narrativos, pues la historia del doctor Miranda y su padre está contada por un narrador omnisciente en tercera persona mientras que las noticias del paciente Durán son referidas por él mismo en correos electrónicos dirigidos al médico y que no son ni leídos ni contestados por él sino por su secretaria.

La novela indaga en las diferentes maneras de enfrentarse a la enfermedad y, en consecuencia, a la muerte, sin evadirse de la gravedad de la desesperación y la angustia como tantas veces sucede en la actual sociedad occidental del bienestar. Por eso, en la segunda parte de la novela, se ahonda en el miedo, en la incertidumbre y la fragilidad de los humanos, cuyas relaciones personales cambian por la vivencia de la enfermedad y ante la cercanía de la muerte. Afloran las dificultades en la comunicación entre padre e hijo, cuando ya es demasiado tarde para empezar a conocerse mejor. También cambia la relación entre el médico y el paciente que lo ha elegido para curar su mal, y que inútilmente reclama su atención de forma obsesiva. Pero, más allá de la hipocondría del solitario Durán, su verdadera enfermedad es de otro signo. Sus males tienen origen en la imperiosa necesidad de escribir. Por eso, aun sabiendo ya que sus correos electrónicos no son contestados por el Doctor Miranda, insiste de nuevo en escribirlos: "Que yo escriba es lo único que me hace sentir mejor, lo único que en verdad necesito. Antes, yo creía que uno escribía para los otros, para que otra persona leyera. Ya no estoy tan seguro" (pág. 167). En esto reside otro de los aciertos de esta novela que llega llegará al corazón de muchos lectores por su sentida y equilibrada reflexión sobre problemas fundamentales de la condición humana, su ponderación del poder terapéutico de la escritura y su difícil sencillez estilística, enriquecida con el bien dosificado empleo de tecnicismos médicos y no pocos hallazgos expresivos, como, por citar un ejemplo, esta comparación que resalta la situación de apuro en que el padre sorprende a su hijo con la novia desnudos en la ducha: "El sonido del agua repicando sobre las baldosas del baño ocupó todo el apartamento, como si miles de agujas se suicidaran contra el suelo" (pág. 135).