Novela

El secreto de las mujeres prohibidas

Tino Pertierra

18 enero, 2007 01:00

Tino Pertierra. Foto: Archivo

Algaida. Sevilla, 2006. 367 páginas, 18 euros

Más que una historia con principio y fin, el asturiano Tino Pertierra acota en El secreto de las mujeres prohibidas cinco días de la vida de Karim Vélez, agente inmobiliario cuyo principal objetivo además de vender pisos, parece ser el de seducir mujeres de todas clases, en muchos casos aprovechando los encuentros y relaciones que le depara su trabajo. Un planteamiento de esta naturaleza conduce, se diría que forzosamente, a la composición de un relato como sarta de "casos" o secuencias cuyo denominador común se reduce a la omnipresencia del sujeto narrador, como suceden, por ejemplo -con el esquema constructivo de la novela picaresca. Naturalmente, el interés del conjunto se deriva del interés, la variedad o la hondura de los diversos "casos" que se yuxtaponen, encarnados en distintos tipos de mujer. Alguno de ellos, como el de Saray, destaca sobre los demás, pero, en general, estamos ante un conjunto de figuras episódicas cuyo recuerdo se desvanece pronto. Ha preocupado más al autor -o así lo parece- perfilar el carácter de Karim Vélez, cuyas reflexiones y cuya vanidosa ostentación donjuanesca reciben un tratamiento más minucioso que el de las borrosas figuras femeninas, a pesar del esfuerzo -no bien resuelto- de dotar a alguna, como Vanessa, de cierta profundidad dramática. Por otra parte, el retrato de un personaje que es, a la vez, el narrador de la historia, se apoya demasiado en caracterizaciones apriorísticas, no siempre confirmadas luego por el comportamiento del sujeto.

Para completar la información acerca de las dudas, titubeos y reflexiones de Karim -es decir, de sus vaivenes psicológicos-, Pertierra ha inventado imaginativos diálogos con el actor Montgomery Clift, convertido en mentor y confidente en momentos de aprieto. Se trata de un recurso tomado de una conocida película de Woody Allen, como el propio narrador confiesa: "Monty Clift es mi mejor amigo. Siempre está cuando lo necesito. Un vicio de adolescente que se niega a ser cancelado. Creo que cogí la idea de una película en la que Woody Allen tenía com alter ego nada menos que al acartonado Bogart" (p. 19). También en estos imaginarios diálogos hay notorios excesos, lo mismo que en diversas escenas cuyos diálogos parecen escritos más para mostrar ingenio -como en una comedia de "boulevard"- que para profundizar en los caracteres. Todo esto hace que El secreto de las mujeres prohibidas destile un aire de superficialidad que no se ve compensado por una composición equilibrada que potencie las posibilidades de la historia.

El lenguaje es casi siempre correcto, aunque no exento de inexplicables deslices. Cuando el autor, pretendiendo crear un juego verbal, escribe que "su relación sentimental hace aguas fecales" (p. 66), se apoya en una utilización errónea de "hacer aguas", que significa -¿será necesario recordarlo?- algo muy distinto de "hacer agua". Algún giro incomprensible ("Se cansará de ella en cuanto le pase al arroz", p. 106), alguna construcción pobre ("hacer un esfuerzo por hacer la venta cuanto antes", p. 36) son otras tantas máculas en una prosa aceptable.