Novela

Ucrania

Pablo Aranda

18 enero, 2007 01:00

Pablo Aranda. Foto: Jesús Domínguez

Premio Málaga de Novela. Destino, 2006. 296 págs, 19’50 euros

"Ucrania no es un país: es un estado de ánimo". Estas palabras, leídas cerca del final de la novela (página 263), reflejan muy bien la evolución del mundo narrado por Pablo Aranda (Málaga, 1968) en su última obra. Ucrania es un texto complejo que tiene mucho de relato del aprendizaje, con despedida y evocación de la adolescencia desde la quiebra de tantos sueños consumada con el transcurso del tiempo, y a la vez se adentra en el extravío existencial producido por la incertidumbre de los destinos humanos de aquellos jóvenes ya en su edad adulta. Hay, pues, un significativo contraste entre el ayer de adolescentes soñadores y el hoy de adultos en la encrucijada de la existencia. Y sobre ese continuo vaivén temporal surcado en busca de abrigo del frío de la vida está construida la estructura de esta novela coral, polifónica, por la profusión de monólogos y diálogos fundidos en el tejido narrativo, con entrecruzamiento de voces de los personajes principales.

El argumento es muy sencillo. Un grupo de chicos malagueños, unidos por el instituto donde cursan el Bachillerato en los años ochenta y el barrio en el que residen, viven sus últimas experiencias juveniles de amor y amistad en contraste con los sueños rotos en las frustraciones de la edad adulta en un tiempo que coincide con la actualidad, pues Lula gobierna en Brasil y hay soldados españoles en Afganistán. En aquellos años evocados Ricardo iba de Laura a Silvia, y Jorge imaginaba posibles padres. Luego aquellos cursaron sus carreras, mientras que Jorge se hizo mecánico de automóviles. Ahora, entrados en los treinta, siguen viviendo en Málaga, donde Jorge se enamora de una ucraniana por internet, en tanto que su hermano Julián acaba en la cárcel por haber intentado robar un banco en compañía de inmigrantes del Este. Elena tenía diez años cuando se produjo la catástrofe nuclear de Chernobil en 1986. Y ahora busca en el calor malagueño al lado de Jorge desatar los nudos del frío en su lucha por un futuro para ella y su hijo.

La novela encuentra su mejor acierto formal en el continuo entrecruzamiento de planos temporales, con múltiples analepsis y prolepsis que recuerdan aspectos del pasado y anticipan situaciones futuras. Este deslizamiento del pasado al presente y viceversa está desarrollado con fluidez y naturalidad, favorecido por la división del texto en cien capítulos cortos. Y su labilidad estructural se apoya en la libre asociación de ideas y en la recurrencia de los personajes principales y de sus motivaciones. Es una técnica deudora de la empleada por el también malagueño Antonio Soler, quien le sacó su mejor rendimiento en novelas como Las bailarinas muertas (Anagrama) y El camino de los ingleses (Destino). Con esta novela comparte Ucrania no pocos aspectos temáticos y formales, si bien con historias localizadas en décadas posteriores. En las novelas de Soler andamos por los años sesenta y setenta; la de Aranda se ambienta en los ochenta y llega ya a nuestro siglo XXI.

Por lo demás, salvados algunos fallos en ciertos descuidos gramaticales, en casos de poco cuidado en el orden de palabras ("solo el viaje a Portugal del instituto", pág. 114) y la acusada deuda constructiva con su paisano, que, por otro lado, no es mal modelo, Ucrania es una novela merecedora de positiva recepción crítica por la sensibilidad, emoción y ternura, hábilmente combinadas con la ironía y el humor, derramadas en la frustración de tantas ilusiones juveniles y en el enfrentamiento con las carencias de la vida, que bien pueden aparecer encarnadas en el trío formado por Jorge y su búsqueda del padre, y por Elena en su lucha por un futuro para su hijo.