Novela

Las horas náufragas

Mercedes Chozas

19 abril, 2007 02:00

Mercedes Chozas. Foto: M. C.

VIII Premio Río Manzanares. Calambur. Madrid, 2006. 268 páginas, 17 euros

Mercedes Chozas (Madrid, 1952) ha logrado en Las horas náufragas una buena novela que ofrece una esclarecedora indagación en la historia de España en el siglo XX. En su relato se integra la experiencia de tres generaciones desde el primer tercio del siglo pasado hasta las postrimerías del franquismo en los 70. La generación de los abuelos está representada por un pintor procedente de una aldea gallega y una maestra institucionista entregada al teatro y a las misiones pedagógicas. Los padres también sufrieron los rigores de la guerra y el exilio interior y exterior en la posguerra, ella como callado guardián de secretos familiares y él con sus ausencias. La tercera generación llega con los nietos, entre los que se singularizan Herenia y Fernanda, quienes, en plena rebeldía universitaria contra la dictadura, representan a dos familias opuestas en su relación con el régimen.

Los materiales narrados son conocidos por la lectura de novelas sobre la Guerra Civil y la posguerra, y siguen siendo ingredientes de primer orden en la historia y la cultura españolas del siglo XX y en la gravitación del trágico pasado sobre nuestro presente. Pero aquí la historia está contada como si de una leyenda se tratase, con el encanto y la naturalidad de las narraciones orales. Pues la construcción polifónica del texto deriva de un latente discurso a dos voces que transmiten voces y ecos del pasado integradas en el perspectivismo múltiple. La primera parte intensifica su unidad esctructural por el leitmotiv "le dijo Herenia a Fernanda", con rememoración de la Galicia del abuelo, el inquietante destino de la abuela en la guerra y el cuento de la infancia en la posguerra. La segunda parte, ampliando el conocimiento de la historia familiar con lo sucedido en la guerra y la posguerra, avanza más hacia la época de las revueltas universitarias animadas por el espíritu del mayo del 68 francés, ahora con la reciprocidad del motivo "le dijo Fernanda a Herenia". Y al final un epílogo en tres tiempos, "Así hablaban Herenia y Fernanda", acerca el texto al presente narrativo y a nuestro siglo XXI.

El epílogo es muy barojiano en su pesimismo proyectado en estos jóvenes antaño luchadores antifranquistas y ahora aburguesados en el bienestar de la socialdemocracia reinante. Compárese, por ejemplo, el tercer tiempo del epílogo, ya en 2001, con el final de La ciudad de la niebla y se percibirán parecidas sensaciones de fracaso en la renuncia de los personajes a sus ideales traicionados. Los tres momentos del epílogo ponen punto final a una historia familiar y colectiva en un lugar de la Costa de la Muerte, recordando la Galicia del abuelo, en la agitación del París posterior al 68 y en el Madrid del siglo XXI, cuando tan lejos queda la tertulia de aquellos jóvenes en la librería de Herenia.

El cuerpo del relato está en las dos partes con su historia de alcance familiar, generacional y colectivo. En este sentido, aun siendo muy distintas, hay notables coincidencias entre Las horas náufragas y El corazón helado. La de A. Grandes es de estirpe galdosiana, mientras que la de Chozas está en la línea de Rulfo o de Cunqueiro, por su polifónica integración de voces que vienen del pasado a mezclarse con las revelaciones del presente. Pero en ambas hay una dramática historia familiar a lo largo de varias generaciones que representan la historia de España en el siglo XX. Incluso hay en las dos una abuela republicana que muere en la cárcel y deja una doliente carta dirigida a su hijo y cuyo contenido tardó mucho en conocer su nieta.

Nadie piense en influencias sino en la realidad de una historia común que ambas autoras manejan con acierto literario indiscutible. Por eso resultan lógicas sus coincidencias en ciertos temas y actitudes, como, por añadir una más, el miedo de las generaciones de la guerra y la posguerra a decir la verdad a los nietos, que ya pueden descubrirla porque son los primeros españoles educados en libertad. En este sentido resalta la grandeza de la madre, Luisa, envidiada por Herenia por haberse criado en el espíritu de libertad de la abuela Sira. Por ello hay que destacar en esta lección de historia y literatura la relevancia de las escenas escritas por Herenia en las que imagina la angustiosa situación de su abuela Sira, cruelmente humillada por un antiguo compañero, ahora falangista. Tales escenas, ficticias, leídas por Fernanda, son verdad, como sabemos, y con su verdad realifican la ficción de toda la novela, que nos entrega una historia conocida hecha literatura de la mejor ley, enriquecida por el mito y la parodia en una prosa con aliento poético y salpicada de galleguismos bien integrados.