Novela

La medición del mundo

Daniel Kehlmann

19 abril, 2007 02:00

Daniel Kehlmann. Foto: Ed. Galaxia

Traducción de Rosa Pilar Blanco. Maeva. Barcelona, 2007. 224 págs, 20 e.

Sea bienvenida a la literatura en alemán una escritura provista de ironía y aparente ligereza, sin dejar de ser inteligentemente fabuladora, como es La medición del mundo, porque desde mediados del siglo XX la novela alemana se ha tomado excesivamente en serio a sí misma. Kehlmann, que acaba de ingresar en la treintena, es uno de los valores literarios en alza en esta lengua, con seis novelas publicadas antes del libro que nos ocupa, ya con más de seiscientos mil ejemplares vendidos desde su publicación en Alemania.

Basada en dos personajes históricos de la Ilustración alemana, no es una novela histórica al uso. El Príncipe de las Matemáticas, Carl Friedrich Gauss, astrónomo, físico, agrimensor... abandona su ciudad para ir al Congreso de Naturalistas de Berlín en 1828, cuando arranca nuestra novela. Coincide allí con Alexander von Humboldt, viajero impenitente, naturalista poseído por una curiosidad insaciable, aventurero que ha recorrido Sudamérica, ha atravesado el Orinoco, ha investigado volcanes, viajando por Nueva España, hasta llegar a los jóvenes Estados Unidos, donde fue recibido por el presidente Jefferson. La información y mapas que el ingenuo naturalista facilitó a los estadounidenses fueron de extrema utilidad para sus intereses expansionistas en Mexico; el propio Simón Bolívar reconoció la importancia de Humboldt como "redescubridor" de zonas casi desconocidas.

Ya con sus vidas en declive, estos dos genios recuerdan sus asombrosas existencias dedicadas a medir el mundo. Frente a su agudeza para comprender el universo, nuestro autor, de forma divertida, nos hace llegar la incomprensión de estos seres hacia sus semejantes: hacia el egoísmo tan feroz que domina a estas mentes privilegiadas. Kehlmann ha reconocido su admiración por la literatura Hispanoamericana, especialmente por García Márquez y Borges, de tal manera que podemos percibir una "germanización" de los recursos narrativos del llamado realismo mágico, que también impregnan a los personajes que pasean por sus páginas. Toda la intelectualidad alemana del momento, desde un anciano Kant, a Goethe, o también figuras como Daguerre, Napoleón, o el segundón de la expedición a América, Aimé Bonpland, príncipes y zares, familiares de nuestros protagonistas, todos son seres caracterizados en su duplicidad irónica. El escritor Hans Magnus Enzensberger ha recuperado la figura de Humboldt, publicando varias de sus obras (2004) en Alemania, lo que nos da la medida de sus expediciones.

Este libro es también una reflexión sobre el recuerdo y sobre la inteligencia: "En ese momento comprendió que nadie quería utilizar la inteligencia. La gente deseaba tranquilidad. Comer y dormir, que fuesen amables con ellos. No querían pensar" (p.38). Como en la tradición literaria germánica, la moraleja de esta fábula nos enseña que basta examinar un problema sin prejuicios ni rutina para que éste nos muestre por sí mismo la solución.