La impresión que transmiten las obras de Gloria Montero es la de una mujer activa, creativa y comprometida, a juzgar por las causas tan dispares a las que se debe. Esta última, Punto de fuga, es un testimonio más de ese haber, aunque no el único, -le precede Todas esas guerras (Meterora, 2000)- inspirado en la realidad de los conflictos bélicos que asolan el mundo. El título pone el énfasis en la importancia del enfoque, sostenido en la voz de la protagonista y en un relato que discurre con un tono veraz, intimista. Ella es Mar álvarez, fotógrafa de guerra, y su discurso simula una retrospectiva fotográfica apoyada en las imágenes que sirven de estímulo a su memoria, "recuerdos que había elegido olvidar" y "emociones que nunca había querido recordar". De él deviene un relato coherente que tiene su blanco en percepciones, no en hechos, en las contradicciones de una guerra, en la degradación humana.

Arranca éste desde el presente de una situación vital y emocional especialmente vulnerable hacia un pasado que registra instantáneas de la infancia con su madre, la ausencia de su padre -un reconocido fotógrafo de la España de la dictadura- el legado tras su muerte, y su decisión de "enfocar" el sufrimiento ajeno. Veinte años de oficio, idas y venidas de un frente a otro, Yugoslavia, Beirut, Nicara- gua... no importa la geografía -afirma- sino la gente. Y entre medias su vida, también repartida entre dos frentes, en este caso afectivos, también con daños y con bajas.