Novela

Plano detallado del infierno

Antonio Fontana

5 julio, 2007 02:00

DVD. Barcelona, 2007. 128 páginas. 10 euros

De lo que siente quien asiste, con el ánimo encogido, a la presencia repetida de un ramo de flores en una curva de la carretera. De los interrogantes que suscita percibir un día su ausencia. De las razones que están detrás de un posible accidente, de la tentación de hurgar en las posibilidades de esas vidas…, de ahí arranca la idea que ha llevado al crítico y escritor Antonio Fontana a esta tercera tentativa narrativa: Plano detallado del infierno, una espléndida ocasión para asomarse a su mundo literario, a esa expresión, casi sarcástica, de la pertinaz presencia de "infiernos" irreversibles a nuestro alrededor. Porque, avisemos -a quien ya le ha conocido en El perdón de los pecados, o antes, en De hombre a hombre- que es el mismo, horadando las mismas obsesiones, sin poder evitar verse inmerso en asuntos que ejemplifiquen la culpa, la soledad y el rencor; en "infiernos" comunes narrados con el acierto de quien no se enreda en explicaciones a la hora de mostrar tristezas esenciales, verdades como puños que la vida entrega.

Avisemos, pues, de que ésta es la prosa de un escritor brillantemente lúcido, heredero del existencialismo sartriano y de ese enfoque del mundo tildado de nihilista por manifestarse lúcido y desesperanzado. Resaltemos que es, su obra, la evidencia de un empeño coherente por contar historias mínimas con la admirable herramienta de un estilo que sabe hacer del lenguaje su gran recurso, y obtener, a partir de él, el necesario énfasis y los imprescindibles efectos dramáticos. Y advirtamos que la brevedad del relato no es sino prueba de su eficaz manera de tratar, con un tono implacable y directo, la acción desatada a la manera de un zarpazo asestado por la vida. Todo un logro. Pero si con independencia del análisis del procedimiento estructural o temático, nos dejamos conducir por la emboscada que nos tienden tres voces correspondientes a los tres puntos de vista de las historias que, de manera casual, convergen en la irónica y trágica intersección de un accidente cotidiano, quedaremos subyugados y sobrecogidos: por la azarosa dinámica de todas las vidas y la soledad sin condiciones que emana de cada una.

Vivimos -escribió Marzal- en "el reino de lo casual", y ese es nuestro único amparo, lo que impregna de misterio nuestras vidas; de ahí la intención de confundir al lector para abordarle con una sorpresa final y proponerle la composición del sentido último de la novela. Escuchamos primero la voz de un hombre, desde el hospital en el que está ingresada su mujer tras un desafortunado accidente, quejándose de cómo el destino nunca cuadra con el de nuestros sueños; mientras, en la habitación de al lado, muere la niña atropellada por él no sabe cómo; y más tarde aparece, en segundo término, compartiendo la habitación de una residencia de ancianos desde la que otro hombre lamenta su presencia y sus desvaríos, al tiempo que lanza una diatriba contra su hijo y su nuera porque le abandonaron ahí hace ya un año. Pero queda otra voz, la de la madre de la niña muerta, rememorando y ordenando las casualidades que le condujeron al "desgarrón" que puso punto y final a su porvenir. "En una curva empezó todo", "terminó todo", también "la esperanza de que después de esta vida no haya otra; no haya más; no haya nada". Terrible sentencia la de este "plano detallado", que empuja a asentir, y obliga a enmudecer.