Novela

Alianzas duraderas

Cristina Cerrada

19 julio, 2007 02:00

Lengua de Trapo. Madrid, 2007. 309 páginas. 21’85 euros

Tras la merecida acogida que tuvieron sus dos libros de relatos (Noctámbulos y Retazos de vida) y tras salir más que airosa de su primera incursión en la novela (Calor de Hogar S.A.), reaparece la autora con una segunda novela, Alianzas duraderas, donde se decanta de nuevo por la ironía inteligente, y por una prosa ágil y amena, en consonancia con la relación de desventuras que acosan a ciertos héroes cotidianos cuyo heroicidad no va más allá de una vida nada errática y una supervivencia. Su mayor tino está, pues, en el manejo de esa lente de aumento que burla los márgenes de la realidad objetiva para convertir en comedia existencial planos humanos que, desde otro ángulo, serían dramáticos.

La de Bernabé Leblanc, el protagonista, pertenece a la estirpe literaria de Wilt, de Tom Sharpe, ¿Recuerdan sus tribulaciones? Pues un poco de las adversidades de aquel héroe persiguen a éste: su foto de familia la ocupa su mujer durante 20 años de matrimonio, tres hijas, un yerno colombiano de turbias maneras, un suegro que exhibe sin pudor su promiscuidad, y una casa que ni siquiera es la suya. A todo ello hay que sumar su carrera de antropólogo, de la que abdicó cuando se truncó la posibilidad de una plaza en la universidad por las malas artes de los despachos. Desde entonces trabaja en el Departamento de mantenimiento de Mobiliario urbano del ayuntamiento de su ciudad y su misión no pasa de cambiar papeleras e inventariar contenedores.

Ahora ahí lo tienen: 45 años, agotado y derrotado, sin dejar de preguntarse dónde empezó y acabó todo. Y, de golpe, una oferta "altamente trascendental": investigar una misteriosa tribu guineana de asombrosas costumbres sexuales, los "etoro", en Australia, lejos de la familia durante dos años. ¿Irá? La respuesta es su novela hiperbólica y rocambolesca, con algunas gateras en la estructura argumental, divertidísima y acertada. Totalmente recomendable.