Image: Las obras infames de Pancho Marambio

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Novela

Las obras infames de Pancho Marambio

Alfredo Bryce Echenique

1 noviembre, 2007 01:00

Alfredo Bryce Echenique. Foto: Javi Martínez

Planeta. Barcelona, 2007. 192 páginas. 19 euros

Una vez más el escritor peruano Alfredo Bryce Echenique (Lima, 1939) ha utilizado registros autobiográficos para elaborar Las obras infames de Pancho Morabio, aunque en esta ocasión ha comprimido la acción del relato, contra lo que venía siendo habitual, en menos de doscientas páginas. Cabe añadir que su novela se mueve una vez más en los nada fáciles registros humorísticos. Y, sin embargo, subyace bajo la anécdota y los histriónicos personajes un evidente sentido trágico. Bryce Echenique, como hicieran los naturalistas, se inspira en el determinismo.

Su héroe, Bienvenido Salvador Buenaventura (repárese en la habitual simbología de los nombres), es un abogado de éxito en Lima que decide en su madurez, después de amasar el dinero para un buen pasar, afincarse en Europa y elige la ciudad de Barcelona, donde dispone ya de un pequeño grupo de amigos. Descubre el piso de su agrado en el Ensanche, donde pretende realizar algunas obras de remodelación para traer los muebles, discos y biblioteca que abandonó en Lima. Bryce habría realizado esta operación en varias ocasiones (ahora mismo vive entre Barcelona y Lima). Sin embargo, esta operación supondrá el origen de sus desventuras. El abuelo, el padre, las tías y los hermanos de Salvador fueron víctimas del alcoholismo. Bienvenido resistió hasta su llegada a Barcelona cualquier tentación. Será la relación con Pancho Marambio la que alterará su existencia. Este personaje no sólo interferirá en la compra del piso barcelonés, sino que Bienvenido depositará su confianza en él para que transforme y decore la vivienda, aún sabiendo de su nula competencia y de su imaginaria condición de arquitecto.

Tras realizar viajes por diversas capitales europeas, a su regreso descubre el desastre que ha efectuado Marambio. Bryce se sirve, como método, de la exageración rabelaiseana que confiere a la novela el carácter de desmesura que propone. La verosimilitud de los detalles significa el reverso del proyecto. El lector, pues, asume que la "vida exagerada" forma parte de su forma natural expresiva. Dividido en tres partes, corresponde a tiempos diversos, culminando en un descenso a los infiernos que se desarrollará en la tercera, más dura y dramática, y, sin embargo, más atractiva. Descubrir aquí la evolución de la trama no ha de disminuir el interés lector. Porque el contratiempo, el sentirse traicionado, en una posterior compleja relación, por aquel falso amigo, le va a convertir en alcohólico.

La segunda parte, "El infierno tan temido", título, según aclara, procedente de J.C. Onetti, describe con morosidad su lenta alcoholización y autodestrucción. Aunque sigue enamorado de Mariana, que fue novia de su hermano Andrés Felipe o de su fortuna, ya fallecido, y ésta acude a Barcelona y procura con amor asumir su condición, Bienvenido prefiere como única compañía el whisky. Pierde el resto de sus amigos, y Mariana ("...esta maravillosa mujer morena y enormes ojos azules era sin duda alguna lo mejor que le había pasado en su vida, pero tenía un vaso de whisky en la mano, también, y dos cubos de hielo que se veían tan nítidos ahí, en el fondo de ese vaso realmente hermoso") acaba abandonándole al considerar que: "No eran tres los hermanos Buenaventura, sino uno mismo en tres tiempos sucesivos. A ella le había tocado vivir de cerca la atrocidad que fue el final de Andrés Felipe, que fue su novio, sí, y ahora le tocaba vivir nuevamente ese mismo final". La aparición de otra figura femenina, Palmira de la Vega, no hace sino descubrirnos la facultad de Bryce para describir situaciones complejas entre los sexos.

El autor realiza breves incursiones en el pasado, aunque para culminar la exhaustiva descripción del omnipresente Bienvenido. Su vida cotidiana se transforma: de elegante compostura a dejada vestimenta. Observa cómo su mundo se reduce a su habitación y al consumo de una botella tras otra. Cuando pierde ya el sentido, de noche, en plena calle y como un pordiosero, es trasladado a una psicoclínica, un infierno que no carece de calabozos ni de monja diablesa, Sor Sic, que le odia y atormenta. Las relaciones con otros enfermos, como El Amenazante y su novia Noemí, con la que mantiene relaciones íntimas, constituyen los detalles, siempre desde una ironía que desemboca en un humor desengañado, de esta travesía.

Nos hallamos ante una novela liberadora, brillante ejercicio de narrativa seudobiográfica, con descripciones del espacio urbano elegido y amplios análisis de estados de ánimo. El estilo se expande en extensos parágrafos donde articula la morosidad o se desarrolla en frases cortas si elige la inmediatez. En futuras ediciones debería revisar la pág. 133, donde se repite tres veces y en escasas líneas un indeseable "claro está".