Novela

Invierno en Madrid

C. J. Sansom

6 diciembre, 2007 01:00

Traducción de María A. Menini. Ediciones B, 2007. 640 pp, 22’50 e.

Si pudiera, llenaría este espacio sólo con adjetivos de asombro y congratulación o, simplemente, me limitaría a decir: "españoles de hoy, leed este libro antes de juzgar el pasado". Invierno en Madrid puede aspirar a ser un clásico del género, porque no le falta ningún ingrediente.

A una España rota por la recién terminada Guerra Civil y con el dogal franquista apretándole el cuello, llega desde Londres Harry Brett, convaleciente aún de neurosis de guerra y ligera sordera, ocasionadas por las heridas en combate contra las tropas alemanas, que amenazan con devorar Europa. Viene en misión especial: espiar a un ex condiscípulo, Sandy Forsyth, adherido a la Falange y muy ocupado en vender la idea de una hipotética mina de oro, en la que el Caudillo pone sus esperanzas de acabar con la dependencia de suministros de una Inglaterra preocupada porque España pueda participar abiertamente en la Segunda Guerra Mundial. Personajes como Samuel Hoare -el hombre de Churchill en Madrid-, el fundador de la Legión, Millán Astray, o el general Franco apuntalan el libro -basado en rigurosa bibliografía- y dan credibilidad a otros, creados por el autor para sustentar una trama de espías en la que, por cierto, el bueno de Harry Brett resulta de una torpeza enternecedora. Pero el espionaje es sólo una excusa de Sansom para adentrarse en esa España desgarrada, hermosamente humana y dolorida, en un tremendo contrapunto de héroes y antihéroes capaces de matar a sangre fría y también de acciones humanitarias en ambos bandos. Expuestos quedan los horrores en campos de trabajos forzados y orfelinatos, la corrupción, el hambre, el frío, los resentimientos y las secuelas de degeneración física y moral. Más allá y por encima del terrible espectáculo, sobresale una gran nación que se siente escindida y humillada: los rusos ayudaron a estropear la República -dicen- y ahora los alemanes campean por su respeto, sosteniendo la espada de Damocles sobre sus exhaustas cabezas.

Las historias entrelazadas de Bernie Piper (también ex condiscípulo de Brett y Forsyth; para más detalle, combatiente de las Brigadas Internacionales) y Barbara Clare, trabajadora de la Cruz Roja, junto a otros actores que, sin competir en protagonismo con el cuarteto anglo, enmarcan la época, sus vicisitudes y sus glorias, presentan un fresco magnífico, conmovedor y oportuno.

Magnífico, porque no desperdicia ninguna de las claves al uso. Conmovedor, por la ausencia de maniqueísmos, por la destreza con que elude la sensiblería. Oportuno, por el tema, ahora que andamos envueltos en reavivar la memoria histórica de una tierra en la que, en un momento dado, cualquier victoria fue pírrica y sólo la vida resultó perdedora.