Firmin
Sam Savage
20 diciembre, 2007 01:00En su paseo por la literatura universal, Firmin reconoce en Ezra Pound a uno de los grandes. Su entusiasmo por Mussolini sólo puede brotar de la colisión entre el genio y una extravagancia más allá de la locura. Firmin conoce a un escritor, el fracasado Jerry Magoon, que le ofrece cobijo tras huir de la librería, donde el propietario intenta envenenarle. Firmin conocerá la vida bohemia, y, más tarde, el fin de la librería, abocada al cierre por la especulación inmobiliaria. Savage ha escrito una pequeña obra maestra, que recuerda las Memorias del subsuelo, pero con el humor de la generación beat, donde la risa es una máscara helada por la inminencia de la muerte. Firmin no es un erudito ni un pesado moralista, sino una conciencia perpleja ante un mundo cambiante, con los afectos desordenados y resignado a depender de la amabilidad de los extraños. Vulnerable, tierno, a veces perverso, pero sin sombra de malicia, con una filosofía inspirada por su estómago y un fervor por la literatura, que propiciará su destrucción. Savage escribe con un estilo periodístico, evitando la digresión y la retórica. Cronista urbano, su poética recuerda a un Baudelaire deshojado por Lou Reed. Firmin es una rata de cloaca transformada por el azar en ratón de biblioteca. Esa es su tragedia, pues el futuro acontecerá en la superficie, pero el olor a alcantarilla ya se respira en redacciones periodísticas, cenáculos literarios y premios escandalosamente amañados. Tal vez Firmin, con sus ojos fatigados y su cuerpo famélico, sea el último lector en un tiempo de indigencia moral e intelectual.