Novela

Y punto

Mercedes Castro

7 febrero, 2008 01:00

Alfaguara. Madrid, 2007. 632 páginas, 19,50 euros.

Se afirma en la solapa de esta novela que su autora, la gallega Mercedes Castro, ha trabajado en esta novela durante nueve años. La autora ha explicado que comenzó a trabajar en ella en sus años como universitaria en la Facultad de Derecho, y que ha estado reescribiéndola mientras su carrera tomaba unos derroteros muy distintos a los jurídicos y se centraba en el mercado editorial.

Hay mucho que destacar de Y punto. Lo primero, la ambición de la autora de darle un giro al género de la novela negra para ir más allá. De modo que, sin dejar de ser una historia policíaca, ésta se revela desde las primeras páginas como una novela de construcción de personaje. Clara Deza, la subinspectora de policía que es el alma de esta novela, comienza asustando un poco al lector con su manera de hablar algo brusca y su inconformismo vital para, poco a poco, demostrarle que ésa es sólo la fachada de su personalidad, tras la que se esconde una mujer vulnerable, apasionada y tierna, aunque sólo con quien se lo merece. Hay varios merecedores de esa ternura en estas páginas y todos vertebran la trama: el primero es el primer muerto, el Culebra, un drogodependiente. También el marido, un abogado de familia pudiente. Y su ex, Carlos París, un inspector de homicidios que reaparece en la vida de Clara al tiempo en que lo hacen los muertos. Así, los personajes le sirven a Castro para construir alrededor del pasado y el presente sentimental de la policía toda la telaraña de novela negra, de un modo tan seductor que el lector termina por perdonarle sus excesos.

Entre los puntos muy a favor de Castro está ese diseño de los personajes por capas, como si fueran cebollas. Mi favorito es Carlos París (hasta el nombre es evocador), ese ex que vaticina problemas desde que aparece. Con respecto a los secundarios tengo alguna objeción. El comisario me parece que nada en el lugar común, y también la suegra y la cándida novia de París. Pero la única acusación importante que puede hacérsele a esta novela es la de ser excesiva. Demasiadas páginas, demasiados diálogos y demasiado profusos. Se le va el fuelle a la autora -y tiene mucho- en los demasiados diálogos, cargados de pormenores innecesarios para la acción. Con unos recortes, la novela ganaría en intensidad y sería casi perfecta. Por lo demás, en pocas ocasiones se ve tan claro que la carrera de Castro es de las que merece la pena seguir. Sólo cabe desear que no haya que esperar 9 años más para leer su segunda novela.