Image: Deja que la vida llueva sobre mí

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Novela

Deja que la vida llueva sobre mí

Nuria Amat

28 febrero, 2008 01:00

Foto: Domenec Umbert.

Lumen. Barcelona, 2008. 368 páginas, 18’90 euros.

La obra narrativa de Nuria Amat ofrece facetas muy diversas. Desde El ladrón de libros o Todos somos Kafka hasta Reina de América, la autora ha ofrecido relatos que en alguna ocasión seguían más o menos las pautas de la novela tradicional, pero que con frecuencia eran tanteos en busca de formas nuevas, discursos en que la historia inventada se mezclaba con la crónica, con la reflexión teórica, con la confesión personal y las formulaciones casi aforísticas, diluyendo o mezclando la frontera entre realidad y ficción. En Deja que la vida llueva sobre mí ocurre todo esto, pero dispuesto con mayor maestría, con mayor madurez literaria que en otras obras. Podría decirse que estamos ante un relato autobiográfico, al menos en su forma externa. Pero, como la misma voz narrativa advierte, "contar es traficar con la verdad" (pág. 133), y el tráfico incluye tanto la selección de los materiales como su posible deformación. En cualquier caso, esta escritora que cuenta no relata su vida, sino que escoge momentos, sensaciones, recuerdos súbitos que atraviesan la memoria, todo ello plasmado en secuencias no supeditadas a un orden lineal ni cronológico. Como en la mente, las evocaciones se presentan deshilvanadas, desordenadas, y se yuxtaponen en el discurso, a menudo dando entrada a otras voces (véase la misma historia contada desde dos perspectivas diferentes en las páginas 99-105), o provocando desdoblamientos, como el personaje de la escritora Alba, que tratan de alejar el texto de la falsilla autobiográfica convencional. Naturalmente, y a pesar de todo, hay mucho de autobiografía en estas páginas, pero de una autobiografía de los sentimientos, de las sensaciones, de las impresiones vívidas y circunstanciales, por lo general perecederas, que adquieren consistencia perdurable al ser fijadas por la escritura. Un personaje afirma: "Se me ocurren sensaciones que necesito poner sobre el papel. La inquietud de estar aquí, por ejemplo. Mis pensamientos confusos. Mis emociones más imprecisas. Estamos formados de tal modo que la escritura parece ennoblecer algunos ratos tediosos de la vida" (pág. 323).

La literatura se identifica con la existencia, y el recuerdo de la vida como teatro explica que los capítulos en que se divide la novela se denominen "actos". Al fin y al cabo, "las novelas suelen ser más reales que la vida" (pág. 30). El padre evocado consigna: "Si no escribo, no vivo […] Escribo para poder vivir indefinida y peligrosamente" (pág. 92). En el vaivén entre confesión y creación ficcional, entre evocación fragmentaria de un pasado y reflexión acerca de la escritura, se mecen estas páginas de Nuria Amat, en las que el lector de novelas tradicionales echará de menos un grado mayor de vertebración narrativa, aunque no ha sido ése el propósito de la autora. Deja que la vida llueva sobre mí es una de esas obras que requieren la colaboración del lector, invitado a participar en la incursión fascinante en otras vidas y a completar con sus propias ideas y experiencias lo que en la superficie del texto se ha omitido, sin excluir los desahogos de la narradora sobre asuntos actuales, como en las líneas dedicadas a la "gente de autoritarismo casposo y prepotente" dedicada a gobernar "un país que, en lugar de desear una territorialidad que nos incluya a todos, quiere ser cada día más pequeño [y] termina siendo una caricatura de país" (p. 177).

La escritura de Nuria Amat es sólida, muy adecuada al planteamiento estilístico del discurso narrativo, y sólo se ve empañada por algunos deslices o trivialidades, como el uso de "tema" por "asunto" (pág. 44), "su día a día" (pág. 128), alguna concordancia como "la mitad de mi cuerpo está paralizado" (pág. 199) o construcciones como "resistirse en" por "resistirse a" (pág. 202) y "ahora, que por fin deberías…" (pág. 238) por "cuando por fin...". Nada de gran relieve, pero que podría haberse corregido.

Poemas impuros

Tras seis años de silencio, y coincidiendo con la aparición de Deja que la vida llueva sobre mí, Nuria Amat (Barcelona, 1950) acaba de debutar en la poesía con Poemas impuros (Ediciones B), un libro intimista muy personal, casi autobiográfico.

UNA mujer entra en mi casa,

y dice que es tu amante,

el viento se confunde con su voz,

locura nocturna, descalza rogativa,

en vez de suplicar: obliga.

Para echarla del teléfono,

anuncio silencio, sábanas dormidas,

pero insiste ella en desvelar

asuntos tan secretos

como son tu corazón y el mío,

juntos y habitados en ruinas,

piezas iguales de una misma sombra.

Vivas.

Para echarla de mi noche,

le envío dos problemas:

impotencia y delirio,

pausa blanca dilatada. Hace frío.

Callo.

Confesión invisible que ahora llega,

luminoso asalto,

debería estarle agradecida:

tú me amas.