Image: El teorema de Almodóvar

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Novela

El teorema de Almodóvar

Antoni Casas Ros

10 abril, 2008 02:00

Retrato de Antoni Casas

Traducción J. Albiñana. Seix Barral. Barcelona, 2008. 144 páginas, 16 euros

Desde las vanguardias sabemos que casi cualquier cosa pueda ser una novela, mientras sea en prosa y tenga el número de palabras adecuado. Vaya esto por delante para los que postulan tanta novedad al hilo de la llamada "Generación Nocilla", sin comprender que, tristemente para los modernos, en literatura todo está inventado y la originalidad es un sueño imposible. Al cabo, hay dos tipos de novelas: las que quieren ser complacientes con el lector y las que en ningún momento parecen recordar que hay alguien al otro lado, sin que ninguna de las dos posturas represente un detrimento de la calidad literaria (aunque en nombre de ambas se publiquen pésimas novelas).

El teorema de Almodóvar es una novela del segundo tipo, emparentada de algún modo con esa supuesta modernidad que no lo es en absoluto. Es también una novela sin historia. Lo que se nos cuenta aquí es la rebeldía de un personaje que es el mismo autor: Antoni Casas Ros, nacido en Perpignan en 1972, estudiante de Matemáticas hasta que un brutal accidente le condenó a una vida de soledad que "desembocó en la escritura de su primera novela" (se lee en la biografía de la solapa). Ese accidente, ya según el interior del libro, le desfiguró la cara hasta el extremo de seccionarle algunos apéndices, y le condenó a una apariencia monstruosa. "Nadie me ha visto desde hace quince años. Para tener vida hace falta un rostro", se nos dice en la faja con que el editor ha acompañado la edición, tomando un ilustrativo fragmento de la obra.

Con un discurso en nada autocompasivo, rebelde, solitario y a ratos bohemio construye Casas Ros la psicología de su complejo personaje, verdadero andamiaje de la novela, para reflexionar sobre el sentido de la existencia, de la soledad, de la compañía (incluso del amor) y la relación del hombre con el mundo cuando el mundo se ve como revelación -en la clave de Roberto Juarroz, a quien se cita- y, en definitiva, de la propia personalidad. Toda la novela parece formular a gritos una pregunta: ¿Qué queda de nosotros cuando nuestro verdadero yo no puede mostrarse, a qué quedamos reducidos? Simbolismo, surrealismo, novela-zapping (urdida sobre constantes prolepsis y analepsis), homenaje a Juarroz, modernidad apocalíptica… todo confluye en una novela que arroja un balance positivo -la vida está llena de bifurcaciones que merecen vivirse- a pesar de que a algunos lectores les costará alcanzar la última página sin desanimarse.