Image: El juego del ángel

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Novela

El juego del ángel

Carlos Ruiz Zafón

8 mayo, 2008 02:00

Foto: Antonio Moreno.

Planeta. Barcelona, 2008. 672 páginas, 24’50 euros

Con los más genuinos ingredientes del best seller y una medida conexión con personajes y situaciones de La sombra del viento (2002), que protagonizó uno de los más espectaculares fenómenos en la literatura popular española a comienzos del siglo XXI, Ruiz Zafón (Barcelona, 1964) ha construido con igual fortuna en El juego del ángel una novela de misterio y aventuras, fantástica y de terror, con muchos elementos realistas y un profundo amor a los libros que ya está siendo devorada por cientos de miles de lectores antes de cumplirse el primer mes desde su publicación. Las semejanzas entre las dos son importantes, desde la presencia de la librería Sempere y el Cementerio de los Libros Olvidados hasta el desarrollo de una intensa historia de amor, pasando por su ambientación en la ciudad de Barcelona, aunque en dos épocas diferentes: la oscura posguerra en La sombra, la Barcelona modernista de los años veinte en El juego. Pero hay diferencias fundamentales, pues sobre un fondo común de protagonismo de los libros y amor a la lectura La sombra es una novela de aprendizaje protagonizada por un librero, mientras que en El juego es un escritor quien recibe el misterioso encargo de crear el más ambicioso de los textos jamás concebido, pues se trata de inventar una religión por la cual los seres humanos vivan y mueran y en el cual la ficción se trascienda en palabra revelada.

El tema central descansa en los libros, en la literatura como ancla de salvación. El mundo de los libros está considerado en sus diferentes aspectos con libreros que aman la lectura, lectores que arriesgan su vida por defender un libro amado y que quieren ser escritores, autores que aspiran a la genialidad y pugnan por alcanzarla o se conforman con obras menores y éxito fácil. Todos los elementos del proceso literario están incluidos en la trama, desde el autor y sus editores (Barrido y Escobillas, nótese la ironía) hasta el lector, que también oficia de crítico literario, pasando por diferentes novelas de consumo popular firmadas por Martín con su nombre o con seudónimo e incluso una cedida a la autoría de su maestro. La naturaleza ficticia de personajes y situaciones de estas novelas leídas y comentadas contribuye a realificar El juego del ángel otorgando mayor ilusión de realidad a sus personajes y situac iones, que también son ficticios y a veces de carácter fantástico.

Libros, lectores, autores, editores y aprendices de escritor son personajes de una trama en la que se aprovechan recursos de la novela folletinesca, de aventuras, gótica y fantástica, con situaciones y conflictos encadenados en continua suspensión de la intriga, sorpresas y lances de todo tipo en triángulos amorosos, crímenes y muertes que son objeto de investigación policial y misteriosos encargos por parte de un editor diabólico con capacidades sobrenaturales, incluida la de enfrentar al escritor protagonista con la realidad carnal de una ficción creada en sus propias novelas. Así se suceden con ritmo trepidante y desarrollo creciente conexiones entre el encargo recibido por el protagonista y la peripecia del abogado y la corista que habitaron en la tenebrosa casa en que Martín vive ahora, la historia romántica de amor imposible entre el protagonista y la joven sepultada bajo los hielos de un lago por haber leído un libro maldito, la persecución policial que acaba con un tiro al corazón de Martín, salvado por un ejemplar de su mejor libro, y muchos lances más en un relato plural donde hay libros que matan y libros que dan vida.

En la narración vertiginosa de tantos episodios que no dejan respirar al lector el autor prodiga homenajes a los maestros del género, desde Dumas, Stoker, Sue y Féval (pág. 19) hasta la suprema admiración por la grandeza literaria de Potocki en la selva de historias de El manuscrito encontrado en Zaragoza (pág. 238), Galdós y su Fortunata y Jacinta (págs. 160 y 410), o Grandes esperanzas, novela de Dickens por cuya protección el protagonista recibe una paliza de su padre, entre otros homenajes implícitos (por ejemplo, el dedicado a Cien años de soledad en el capítulo 8 de la primera parte).

También hay fallos y deslices en tan abigarrada narración de misterios, temores, búsquedas y persecuciones, tal vez alargada en exceso en algunos lances de dudosa verosimilitud en la segunda mitad de la novela. Habrá que corregir el uso erróneo de "de cuerpo presente" (pág. 14) y de "barco que hace aguas" (pág. 105) o cacofonías del estilo "La hojarasca se arrastraba a la entrada del parque" (pág. 180). Al protagonista, David Martín, se le da una vez el nombre de Daniel (pág. 61). Y no parece normal que un catedrático de instituto pueda dar clases en los jesuitas (pág. 410). En fin, haciendo gracia de estos pequeños fallos, la diversión está garantizada por una novela entretenida y bien contada, impregnada de literatura y llena de guiños cómplices en una historia que nace de los libros, los que lee con pasión y escribe después el narrador y protagonista, y que acaba en los libros, con el narrador retirado a escribir esta novela en una cabaña cerca del mar y anudando su conexión con otro libro, La sombra del viento, por medio de la condición de Isabella como madre de Daniel Sempere, narrador y protagonista de La sombra, en cuya página primera se leen motivos y frases que coinciden con otros de El juego.