Image: Los esclavos de la soledad

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Novela

Los esclavos de la soledad

Patrick Hamilton

12 junio, 2008 02:00

Londres, tras un bombardeo, en la II Guerra Mundial

Traducción de Vicente Campos. Galaxia Gutenberg, 2008. 320 páginas, 22 euros

El nombre del escritor inglés Patrick Hamilton (1904-1962) resulta conocido por dos de sus éxitos teatrales, La soga (1929), llevada al cine por Hitchcock, y Luz de gas (1938). Su obra literaria, dramática y narrativa, re-cuerda en cuanto a diseño a la de autores como Oscar Wilde, por la precisión casi de relojería con que ordena sus argumentos. La presente novela ofrece un carácter semejante a las piezas mencionadas; tanto la historia narrada como el estilo vienen perfectamente armonizados.

Al leer esta ficción publicada en 1947, y cuya acción se sitúa en los años precedentes, durante la II Guerra Mundial, recordé de inmediato La colmena (1951) de Cela. Las semejanzas temáticas son notables, aunque la forma novelesca, las estructuras, resultan muy diferentes. La obra de Hamilton viene contada de una manera tradicional. Una voz en tercera persona narra la vida cotidiana en una casa de huéspedes situada en Thames (Támesis) Lockdon, un pueblo de las afueras londinenses. La protagonista de la obra, la señorita Roach, una solterona de 39 años de edad, quien "había abandonado toda esperanza [de casarse] hacía años" (pág. 24), trabaja como editora en Londres, a donde viaja a diario, para regresar a Lockdon por la noche. Su monótona y solitaria vida es el tema de la obra. El mismo de la novela celiana, aunque el escritor gallego diseñó una estructura fragmentada, de más de 200 segmentos narrativos yuxtapuestos, mucho más innovadora.

La Inglaterra en tiempo de guerra constituye el telón de fondo de Los esclavos de la soledad. La acción ocurre en una casa de huéspedes, donde conviven una serie de mujeres de 60 años, la señorita Roach, y un par de caballeros, el señor Thwaites y el misterioso señor Prest. Se juntan en el comedor a las horas de las comidas, y tras la cena continúan la velada en un salón. La señorita Roach tiene la mala suerte de compartir mesa con Thwaites, un hombre machista, aburrido, que lleva la voz cantante en el comedor. Todo cuanto ocurre en la casa podría leerse como un magnífico retrato de costumbres inglesas, donde la cortesía y la hipocresía alternan como fuentes de tensión en la convivencia social. La intriga se origina con la llegada de dos personajes, un teniente de las fuerzas aéreas norteamericanas, y una joven de origen alemán, Vicki. La resolución de esta intriga entretendrá al lector, a quien aconsejo leer el prólogo de Doris Lessing tras terminar el texto, pues la premio Nobel cuenta el final de la obra.

Quizás las palabras que vengo utilizando, argumento, intriga, la forma tradicional de la novela, indican que se trata de un texto montado con habilidad, elaborado con ricos detalles y observaciones de la vida cotidiana en aquella Inglaterra. La traducción resulta igualmente precisa, pero hay algo en esta novela de mecánico. En realidad, me parece una crónica más que una ficción. Una vez dicho esto, añado que la obra se lee con gusto, que hay descripciones de personajes notables, que Hamilton tenía una capacidad para percibir la realidad de su tiempo privilegiada. Como arte, sin embargo, le falta ese plus que marca las diferencias. Mientras que el diseño formal en La colmena resulta tan sugerente y artístico, que casi domina el argumento, aquí sucede exactamente lo contrario.