Image: Esta noche moriré

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Novela

Esta noche moriré

Fernando Marías

18 septiembre, 2008 02:00

Fernando Marías

451 Editores. Madrid, 2008. 144 páginas, 14,50 euros

Esta novela de Fernando Marías (Bilbao, 1958), publicada por primera vez en 1996, desaparecida y olvidada, merece la segunda oportunidad que le da 451 Editores. Porque se trata de un thriller diabólico que no permite descanso al lector y cuyas piezas funcionan con la precisión de un perfecto mecanismo de relojería. No pretende ser una gran novela ni tiene aspiraciones de modificar la visión del mundo de nadie. Esto debe ser exigible en toda manifestación literaria del máximo relieve y con voluntad de permanencia. Pero, sin tales aspiraciones, Esta noche moriré ofrece un relato bien escrito, con una trama cuyo desarrollo no decae nunca, con suspensión de una intriga sustentada en la pertinente distribución de sorpresas y lances en forma de raptos, crímenes y ajustes de cuentas, que a veces se suceden en paralelo entre la realidad y la ficción, todo ello contado con un ritmo trepidante, sin pausas ni desfallecimientos.

La estructura de la novela se apoya en una singular variación de la técnica del manuscrito encontrado, que aquí se presenta en forma de carta. Es la que el narrador en primera persona, un criminal que se suicidó en la cárcel, escribe y dirige al comisario que lo detuvo para culminar con su texto, nacido de una inteligencia demoníaca, su implacable venganza. El narrador Corman, miembro de una centenaria Corporación dedicada a obtener en secreto obras artísticas de creadores geniales y así manipular el mercado del arte, fue detenido por el comisario Delmar. Tras unos años en prisión, antes de suicidarse (24 de diciembre de 1974), redactó el texto de su infernal epístola dirigida a Delmar, humillándolo con la confesión de la verdadera magnitud de sus actividades delictivas y programando con meticulosidad escalofriante la progresiva decadencia del comisario. La terrible carta de Corman, que dejó preparado hasta el último detalle, sortea con acierto las posibles inverosimilitudes del relato gracias al altísimo coeficiente intelectual de su mente retorcida y al fiel sicario encargado de llevar a cabo su pormenorizada estrategia de venganza, con todas las trampas imaginables.

Por eso el relato no tiene momentos de caída ni permite pausas en su lectura. Delmar irá cumpliendo, sin saberlo hasta este último día (24 de diciembre de 1990) en que lo lee antes de morir, todas las atrocidades programadas por su rival encarcelado, que deja su venenoso testamento artístico en la muerte anunciada del odiado comisario, tras haberse arrastrado por el fango de la droga, la mendicidad y el hampa. Por último, la novela se completa con el relato de un narrador externo en tercera persona completa informaciones y precisa detalles que Corman no pudo conocer, en un apurado resumen narrativo que resulta pertinente porque con sus precisiones queda superado el peligro de las inverosimilitudes de la infernal maquinación urdida y contada por Corman antes de que todo se cumpliera.