Basta con leer Alvaro fue -primera novela de Leticia Sigarrostegui (Madrid, 1975)- para intuir que la voz de esta joven aventura escritos tejidos con franqueza, y una intrepidez poco común. Al menos su segundo libro corrobora lo intuido, y de nuevo sorprende por encarar con un punto de vista arriesgado y un estilo nada común el modo de una narración que filtra una de las experiencias vitales que más determina el universo de obsesiones femeninas: tener un hijo. Pero dejemos claro que aquí no hay lugar ni a oportunismos, ni a edulcorantes que apelen a lo emocional. Este relato es la representación del dolor de una mujer, primero ante la imposibilidad de tener un hijo, después por la pérdida de sentido que experimenta su vida.

Su testimonio persigue cuestionar la moral de una sociedad incapaz de acoger individuos que no están tipificados y de resolver los conflictos que de esa incapacidad se derivan. De ahí que la realidad sea absolutamente esquiva con toda clase de lógica espacial, temporal y emocional, y que la fórmula narrativa escogida acentúe esa ausencia al hacer de su prosa un concentrado de impresiones, obsesiones y diálogos en estilo directo que van dando cuenta del extravío en el que se encuentra Lucía, la protagonista.

Desgaste físico y emocional, ¿asumir "su incapacidad"? Quitarse de encima el dolor perdiéndose en una relación sin horizonte… o convertirlo en esta crónica que narra su verdad. Mariposas en el estómago es una prueba de que la literatura se agranda cuando transmite una realidad, cuando la sacudida con la que azuza a sus lectores se ofrece así, lúcida y oportuna. Esta escritora dará que hablar.