Image: La voluntad y la fortuna

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Novela

La voluntad y la fortuna

Carlos Fuentes

20 noviembre, 2008 01:00

Carlos Fuentes

Alfaguara. Madrid, 2008. 552 pp., 19 euros Leer extracto

Pretende Carlos Fuentes en esta novela cerrar un círculo que abrió en sus inicios con La región más transparente (1958, mencionada de paso en la p. 139) y La muerte de Artemio Cruz (1962, en las pp. 169 y 216). Por otra parte, su narrativa ha adoptado desde siempre originales puntos de vista, como en Cristóbal Nonato (1987). En este caso, la novela se desarrolla desde la cabeza cortada a machete de Josué Monroy, un crimen instigado por la amante de su anciano padre por avaricia. Sin embargo, la complejidad -en ocasiones excesiva -del relato y su abanico casi ensayístico vuelve, desde personajes y figuras simbólicas, a reflexionar sobre las características de la historia de México hasta alcanzar la violencia actual de las bandas juveniles. Pero todo ello, ya al final de la novela, tras un extenso panorama, donde confluyen el análisis social, el folletín, la pura imaginación fruto de un peculiar surrealismo, las historias que acaban coincidiendo en un organismo que pretende hacer comprender a los lectores los íntimos resortes de la mexicanidad.

El eje sobre el que discurre la narración lo constituyen dos figuras: Josué y Jericó, que el narrador seguirá desde su infancia. Ambos viven al margen de cualquier vínculo familiar y, cual Cástor y Pólux, encarnan una amistad fundadora que al final del relato descubriremos que se trata de un lazo sanguíneo, la reproducción del mito bíblico de Caín y Abel. Tienen su correspondencia con otros dos emblemas: Max Monroy, que simbolizará el poder económico y Valentín Pedro Carrera, el Presidente de la República, el político, a él subordinado. El deus ex machina de todos ellos será Antonio Sanginés, detentador de la información, intermediario entre el poder político que debe humillarse ante el económico, quien tiene a su cargo también la relación entre los jóvenes y Miguel Aparecido, encarcelado en la prisión San Juan de Aragón por su voluntad, ya que sabe que si estuviera en libertad acabaría asesinando a su propio padre. Josué le visita a petición de Sanginés y finalmente ambos acabarán descubriendo los lazos que les unen con Jericó. Sanginés traza los destinos o tal vez le son sugeridos por la casi invisible figura paterna. Les entrega anónimamente el dinero necesario. Ysituará a Jericó junto al Presidente y, convertido en su joven de confianza, le traicionará en un intento de levantamiento popular al modo fascista.

Los temas y las formas de múltiples, breves y simbólicos ensayos se encabalgan. Reflexiones filosóficas (San Agustín, Nietzsche), análisis históricos, consideraciones sobre la sociología de los emigrantes mexicanos a los EE.UU., reflexiones sobre la demografía, etc., se corresponden con la forma de utilización de canciones populares, juegos verbales a base de sinónimos. Se servirá también de enumeraciones caóticas, abundantes y fluidos diálogos. Personajes como el P. Filopater, que aparecía como un profesor de colegio, reaparecerá mucho más tarde como escribiente de cartas en Santo Domingo, lo que hará que Josué vuelva a plantearse ciertos temas metafísicos de su juventud. Le permitirá reencontrar a Lucha Zapata, personaje que descubrimos al inicio de la novela, como una joven que intenta robar una avioneta y despegar desde el aeropuerto comercial de México, y que cerrará el relato con una justiciera venganza. Las duras escenas de la cárcel, en la que gobierna Miguel Aparecido, constituyen la zona más sombría y certera de la novela.

Figura en la extensa novela el repertorio habitual de los temas de Carlos Fuentes, como si tratara aquí de trazar la guía que habría de servir para completar la intencionalidad última de un novelista que se sirve de los paralelismos simbólicos, claves y reflexiones de toda índole. Jenaro Rubalcava, un abogado corrupto que acabará en el negocio de la droga, convertido en asesino, representará el nuevo México del crimen y la violencia, ajeno a cualquier signo de afectividad. Entre la fantasía y el descarnado realismo, nada queda sin un encaje preciso, aunque ilógico, en La voluntad y la fortuna.