Image: La hermandad de la buena suerte

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Novela

La hermandad de la buena suerte

Fernando Savater

27 noviembre, 2008 01:00

Fernando Savater. Foto: Santi Cogolludo

Premio Planeta, 2008. Planeta. Barcelona, 2008. 288 pp., 20’50 euros Leer extracto

El premio Planeta ha optado por añadir a su catálogo a otro autor famoso, Fernando Savater, nuestro más brillante ensayista, y agudo polemista en distintos campos de la cultura, la política y la sociedad. En su novela ganadora el filósofo donostiarra, finalista del mismo premio en 1993 con El jardín de las dudas, ha reunido algunas de sus aficiones más conocidas, como su devoción por la novela de aventuras y la policíaca, su pasión por las carreras de caballos y su dedicación a la Filosofía. Por eso el autor ha presentado La Hermandad de la Buena Suerte como una novela de aventuras con aliño metafísico. Y no le falta razón. Porque, entre una trama detectivesca y su envoltura filosófica, la novela encuentra sus mejores galas en la narración de una historia destinada al gran público.

El argumento parte de la enconada rivalidad de dos millonarios ingleses en las carreras de caballos. Cuando falta poco más de un mes para la Gran Copa, el dueño del purasangre que lleva un año sin correr no encuentra al jockey capaz de montarlo con garantías de ganar la próxima carrera. El buscado jinete ha desaparecido y el dueño del caballo contrata a un grupo de mafiosos para encontrarlo. Con ello se monta una intriga de criminales al servicio de sus respectivos amos con negocios sucios en diferentes partes del mundo. El final es previsible hasta donde la novela cuenta e incluso escamotea, dejando al lector sin conocer el resultado de la carrera en torno a la que gira gran parte de su intriga.

Hay en La Hermandad de la Buena Suerte aspectos de indudable interés. Entre los más positivos cabe destacar el perspectivismo múltiple de su modo narrativo. De igual modo resalta la combinación de narración, descripción y reflexión, con dosificadas muestras de culturalismo en alusiones filosóficas, literarias y mitológicas, a menudo cargadas de ironía. Al mejor Savater se deben algunas digresiones sobre temas universales como el amor, la muerte y el azar. Y no debe pasarse por alto la variedad de registros estilísticos.

Pero también hay fallos, desde un desenlace previsible y con escamoteo hasta la misma intriga construida sobre una "bobada" (pág. 266), como reconoce el propio jockey cuando es encontrado, pasando por algunas páginas de relleno y ciertos leísmos inaceptables por no referirse a persona (págs. 152, 158, 212, etc.). En fin, creo que a Savater hay que exigirle más. Porque puede ser mejor novelista si se concede más tiempo para sus ficciones.