Image: El maestro de almas

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Novela

El maestro de almas

Irene Nemirovsky

8 mayo, 2009 02:00

Irene Nemirovsky. Foto: Albert Harlingue

Traducción de J. A. Soriano. Salamandra. 224 pp, 15 e.

Esta edición constituye una curiosidad literaria que viene a confirmar la presencia entre nosotros de una escritora tan interesante como insólita. Contábamos ya con traducciones de sus primeras novelas que al final de los años 20 le granjearon a su autora, una joven judía nacida en Kiev en 1903, políglota pero de formación francesa, el apoyo incondicional del editor Bernard Grasset y de Cocteau. Su relativo distanciamiento de la causa de su estirpe, su antibolchevismo y su conversión al catolicismo no la eximirán de la estrella amarilla que da con ella en Auschwitz, donde encontrará la muerte a los 39 años. Sus dos hijas le sobrevivieron y pudieron salvar el manuscrito de la Suite Francesa, novela en dos tomos que tras su primera publicación en 2004 recibirá el premio Renaudot por el cuadro insuperable que ofrece de la Francia ocupada. También está en español La vida de Chejov, y ahora mismo nos llega otra novela corta de Némirovsky: Un niño prodigio (Alfaguara). El maestro de almas no hace mucho que salió en francés, y por ese retraso hubo de perder su título original, Les échelles du Levant, que le fue arrebatado por otra obra de Amin Maalouf. Su primera edición había sido por entregas, en 1939, en el semanario político-literario “Gringoire”, tan popular como marcado por sus veleidades musolinianas y antisemitas. Y aquella forma de difusión parece condicionar la propia textura formal de la novela. Sus capítulos de folletón nos ofrecen un poderoso trenzado interno de la trama parcial que desarrollan, con un hábil manejo del efectismo, las elipsis y los clímax, todo lo cual, junto a la intensidad de los diálogos, nos hacen pensar también en el teatro y nos explican el éxito que la autora obtuvo en los círculos cinematográficos franceses con la adaptación de su novela de 1930 El baile. En este sentido, Némirovsky incorpora cierta frescura e inmediatez narrativa a lo que no deja de identificarse con la herencia francesa decimonónica del folletón balzaquiano y el naturalismo zolaesco, a la que añade sugerencias eslavas, de Dostoievsky o Chejov, sobre todo en el tratamiento de un tema clásico de aquel siglo y de la sociedad rusa: la miseria que ahoga la existencia de personajes acreedores a una vida más regalada. Salir de ella a toda costa, vendiendo incluso su alma, es el móvil del protagonista que da finalmente título a la novela, el doctor Dario Asfar, un meteco italo-griego, nacido en Crimea y casado con una muchacha judía, angelical como su nombre sugiere: Clara. La trama nos lo presenta muerto de hambre en Niza, buscando pacientes que pagasen sus minutas para librar así de una muerte segura a su mujer y a su hijo recién nacido. éste al final acabará odiándolo, por charlatán y por su venalidad, cuando Darío se ha convertido en pastor de un rebaño indigno, de burguesas histéricas y ricachones viciosos a los que ordeña vendiéndoles una original teoría terapéutica, la de la “sublimación del yo”, trapaceramente inspirada en el psicoanálisis cuyos santones desprecian al intruso. Cuando la novela concluye, a Asfar no le preocupa la enemiga de Daniel. Convencido como está de que “no hay nada más terrible que no tener dinero”, no duda en que su hijo retornará al redil por la herencia, cuando, con los años, se vuelva “más cínico y más sensato”. El maestro de almas guarda en su seno otras bazas, pues se trata de un roman á clé; en el que el personaje de Philippe Wardes, el magnate ludópata y desequilibrado a cuya costa Dario labra su fortuna, está inspirado en Grasset, al que también su familia y los accionistas de su editorial quisieron inhabilitar por insania. En él encuentra la autora un personaje tremendo, que tan bien se compadece con la furia apenas contenida que caracteriza todas sus novelas francesas, hasta el extremo de que su primer editor tardaría en despejar las dudas que le suscitaba el desajuste entre el aspecto delicado y desvalido de aquella jovencísima escritora y lo furibundo del universo humano descrito en su literatura.