Image: Pero sigo siendo el rey

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Novela

Pero sigo siendo el rey

Carlos Salem

19 junio, 2009 02:00

Carlos Salem. Foto: Sergio Enríquez

Salto de Página. Madrid, 2009. 352 pp., 21’95e.

Dice no ser español ni argentino sino "argeñol", hombre de ninguna parte y de todas a la vez. Dice haber nacido en la Semana Negra de Gijón, con Camino de ida, para más señas, y siguió esa dirección con el irreverente y tronchante lance de Matar y guardar la ropa, tras el que volcó su inclasificable ímpetu narrativo en relatos (Yo también puedo escribir una jodida historia de amor) que nada dicen de asuntos policiales pero se expresan con la misma distancia irónica frente a cualquier indicio de trascendencia. ¡Ah!, y para quienes tengan conocimiento de la materia tratada en cada historia dice también que en esta tercera novela se vio obligado a hacer retornar a algunos de sus personajes anteriores, el ex guerrillero Soldati, por ejemplo, o a Arregui, el detective "tristón" que surgió del mexicano Belascoarán, secundario en la anterior, donde destacó por una ejemplar misión: salvar la vida al rey. Esa acción marcó su vida de tal manera que reaparece en esta nueva ficción, cinco años después de aquello, con 44 años, retirado de la policía, siempre con el ánimo sobrecogido por la culpa frente a una relación que acabó de la peor manera, y perseguido por la leyenda de la "medalla" merecida en aquel acto heroico.

De todo ello dejamos constancia, pero hay que añadir que este avasallador narrador, independiente, y nada convencional, imprevisible e imprescindible para quien guste de tramas inclasificables, y más para quien suele acudir al reclamo de la novela policíaca, se atreve con todo. El nuevo reto le lleva a servirse de la parodia como dispositivo que mueve la construcción, la intención y el sentido de la novela. Para ello hace regresar al ex policía Arregui y le encomienda una misión disparatada y absurda, términos que adjetivan y sustantivan un estilo merecedor de toda clase de confianza, pues si el exceso es la única relativa objeción de la que puede ser objeto, el humor, procaz y tierno, protege y vertebra una composición argumental tejida con un arriesgado cruce de perspectivas, entre vaivenes temporales que trenza pasado y presente de la vida de los personajes y de la cada vez menos reciente historia de España. Un estilo, en fin, que logra sazonar con sorna y respeto a raudales el peso de males mayores: las culpas que nos persiguen y nos "frenan", la memoria que no nos deja vivir, o la ausencia de recuerdos que habrían hecho de nuestra vida otro discurso… La trama que ilustra todo esto suma al protagonismo de "Arregui" el del rey "Juan Carlos I", y les erige a ambos en la pareja protagonista de una huida sin sentido, al ritmo de la ranchera que ilustra el título, unas semanas antes de navidad, por los pueblos de Portugal y España, disfrazado este último de manera estrafalaria para no ser reconocido, pues aun sin saber quién está detrás de esa encarnizada persecución, se resiste a regresar hasta que no logre encontrar lo que busca en un pasado que no está seguro de haber vivido.

Sobran los motivos para confiar en nuevos encuentros con Arregui. Porque aquí, realmente -como escribe J.R.Biedma en el prólogo-, acierta. De pleno.