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La inutilidad de un beso
Javier Puebla
13 noviembre, 2009 01:00Javier Puebla. Foto: Lourdes Elízaga
Con tales narraciones populares y cultas el autor ha desarrollado una historia disparatada, llena de comicidad y humor en su distorsión por medio de la hipérbole y el insólito ángulo de visión. Podría decirse que se trata de una metamorfosis de signo inverso. Pues todo comienza con el beso que un apocado y bondadoso funcionario le da a la más bulliciosa de las cucarachas que invaden los sótanos del ministerio donde trabaja como ordenanza. El resultado es la transformación del insecto en una mujer con la que Melquíades Bencinto se casa, tras bautizarla con el nombre de Herendira y arreglar para ella los papeles de su identidad y origen. Su relación onomástica con la novelita de García Márquez se confirma en los atributos de "cándida", aunque "desalmada" (p. 199), si bien no va más allá del nombre. Y la inutilidad del beso ahoga cualquier magia benéfica en la perfidia y la maldad con que la aviesa Herendira trata a todos.
Las mejores cualidades de la novela están en la naturalidad y fluidez en la construcción de su intriga, desarrollada en capítulos cortos y contada por un narrador omnisciente que adopta en ocasiones la perspectiva de algunos personajes principales como el pusilánime marido, el atrabiliario Tigre Manjatan o la ejemplar portera Paquita y, con mayor frecuencia, el extraño ángulo de visión de la cucaracha hecha mujer, lo cual permite poner de relieve los habituales comportamientos de una sociedad hipócrita, cínica y egoísta en la convivencia familiar entre padres e hijos o en la pareja, en las relaciones laborales con explotación incluida y en la coexistencia entre vecinos.
Pero todo esto no llega a cuajar en una buena novela por uso y abuso de tópicos en el tratamiento de las convenciones sociales encarnadas en unos personajes demasiado planos. A veces la información suministrada resulta superflua, sin otra función que la del relleno. También hay incorrecciones morfosintácticas como, por ejemplo, el uso de "porque" con valor de "por qué" ("él no tiene porque estar aquí", p. 110) o el empleo de "quien" en lugar del plural "quienes": "Serán ellos quien cambien las bombillas" (p. 226).