Image: Invisible

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Novela

Invisible

Paul Auster

4 diciembre, 2009 01:00

Paul Auster. Foto: Domenec Umbert

Trad: Benito Gómez Ibáñez. Anagrama. Barcelona,2009. 282 páginas, 18 euros


No dudo que habrá quien se haya sorprendido con la encendida defensa que Vargas Llosa hizo de la saga de Stieg Larsson, aunque reconozca que Millennium está mal escrita y que su estructura es con frecuencia defectuosa. Pero todo se perdona por la fuerza de sus personajes y el raudal de vida verosímil, aunque un tanto peregrina, que los arrastra y nos mantiene en ascuas hasta el final.

En el vidrioso debate acerca de lo literario y lo no literario podríamos contrastar la obra de aquel "infortunado escribidor sueco" con la última obra de un auténtico escritor como Paul Auster (Newark, 1947): Invisible. El novelista norteamericano nos ofrece aquí un relato no menos apasionante, escrito con voluntad de estilo, con una estructura perfectamente equilibrada, una técnica narrativa impecable y un considerable "espesor" cultural que lo acreditan como una auténtica obra maestra en su género. Pedirle hondura sería demasiado en estos tiempos de pensiero debole. Para ello, por suerte, los clásicos nos esperan, siempre abiertos.

Resulta admirable el juego que Auster es capaz de sacarle a un universo bastante reducido como el suyo, para lo que cuenta con el recurso de su formación literaria, sus mañas metanarrativas y el magisterio de El Quijote. En Invisible los dos personajes principales, condiscípulos en Columbia, son feudatarios de la propia biografía del autor. Adam Walker sigue una trayectoria en muchos aspectos paralela a la de Auster, pero la contradice con su muerte prematura, para ceder los trastos de su narración a su antiguo compañero de Universidad, un novelista de éxito, James Freeman, también nacido en 1947.

Ese tándem da lugar a un aprovechamiento ingenioso del viejo recurso cervantino del manuscrito encontrado, pues Adam entrega a Jim tres partes de una novela inconclusa, titulada 1967, en la que narra su encuentro con otro personaje principal, Rudolf, un oscuro y terri- ble profesor universitario a la vez que agente secreto francés, cuyo apellido es el mismo del poeta provenzal Bertran de Born inmortalizado por Dante. Del primer dato de su filiación se deducirá la necesaria presencia de los recursos del thriller, algo obligado hoy por hoy en cualquier bestseller que se precie.

Porque en esta novela incluso los norteamericanos hablan de literatura y de cine. Sobre todo de autores ingleses y franceses, sin que falte una generosa referencia a Vila-Matas. Y sobre todo los dos condiscípulos reflexionan, también al alimón, acerca de cómo contar mejor la historia que se traen entre manos, lo que redunda en la modulación del relato principal conforme a las tres personas narrativas que sucesivamente van conformando las tres partes del proyecto de Adam que Jim tiene en cierto modo que cerrar a partir del borrador de la última que le llega después de la muerte de su amigo.

Si Vargas Llosa le aplaudía a Larsson la fuerza de sus criaturas de ficción, en especial la "hacker querida y entrañable Lisbeth Salander", no menor acierto muestra Auster con los suyos, sobre todo con tres figuras femeninas en la órbita de Adam/Rudolf: la hermana del primero, Gwyn; Margot, que será amante de los dos, y una investigadora literaria francesa, Cécile Juin, que le aporta a Jim su diario personal con una desasosegante última semblanza del Rudolf Born ya retirado en una isla caribeña.

Pero Auster, cinéfilo, guionista y director cinematográfico, se me figura uno de los ejemplos más interesantes de escritor que ha sido capaz de casar la poética narrativa novelística con la fílmica. Destacaré, al margen de lo ya dicho a propósito de los personajes y la intriga, un aspecto fundamental. En esta novela en cuatro partes, está sabiamente manejado el recurso de lo que los guionistas llaman plot point, esos nudos de la trama que vienen a coincidir con lo que Aristóteles bautizó como peripecias, anagnórisis o lances patéticos. En la primera, es un crimen que Rudolf comete, con Adam como único testigo. En la segunda, el amor incestuoso de éste con su hermana. En la tercera, la muerte del propio Adam Walker. Y en la cuarta, ese último plot point seguro que no se le escapará al atento lector.