Image: Necrópolis

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Novela

Necrópolis

Santiago Gamboa

4 diciembre, 2009 01:00

Santiago Gamboa. Foto: Begoña Rivas

Premio La Otra Orilla. Ed. Belacqva, 2009. 462 pp. 20 euros.


Necrópolis es una novela compleja estructurada según el patrón clásico de narraciones con marco. Si en el Decamerón Boccaccio reunió cien relatos contados por diez jóvenes refugiados en una casa de campo para huir de la peste, aquí Santiago Gamboa (Bogotá, 1965) entrelaza varias historias contadas por sucesivos narradores y paranarradores que van alternando sus relatos compuestos de modo fragmentario y ordenados en contrapunto y contraste hasta su convergencia final.

Todo comienza con la invitación que un escritor colombiano recibe para asistir a un Congreso Internacional de Biógrafos y de la Memoria celebrado en Jerusalén. En dicha ciudad se reúnen varias personalidades para contar sus historias ante otros ponentes de todo el mundo. Sus narraciones se distribuyen en las tres partes de que consta la novela. En la primera, formada por siete capítulos, se alternan la narración del escritor colombiano (capítulos impares), quien, como narrador principal, va contando los primeros pasos del congreso, incluyendo la presentación de los invitados, y el absorbente relato de un ex presidiario, alcohólico y drogadicto redimido por su integración en una secta religiosa. Esta parte termina con la muerte de este segundo narrador, José Maturana, lo cual propicia la creación de intriga en las hipótesis de suicidio o asesinato.

La segunda parte se compone de tres capítulos con sendas narraciones. Comienza con la intervención del francés Supervielle, que cuenta su historia de dos ajedrecistas en un relato más académico, en simetría con el del autor colombiano en los capítulos impares de la primera parte. Sigue después la estremecedora narración del empresario colombiano Kaplan. Y esta parte acaba con la narración de la actriz porno italiana Sabina Vedovelli y su historia de sexo, alcohol y drogas. Si la historia de Kaplan está construida sobre la lectura de El Conde de Montecristo, con falsas acusaciones, tesoro y venganza incluidos, ésta de Vedovelli renueva el ambiente de degradación en los bajos fondos de París, en simetría con el mundo del hampa recreado en la narración de Maturana.
En la tercera parte se completan y matizan las historias contadas en las dos anteriores y se esbozan algunas más. Ahora son otros narradores complementarios quienes aportan nuevos datos desde sus perspectivas diferentes, recogidas por el escritor colombiano, que vuelve a ser el narrador principal.

Con estas y otras consideraciones analíticas acerca de las narraciones antes contadas, la novela se vuelve sobre sí misma como materia de reflexión en ponderada autocrítica metafictiva. Y el resultado de tan abigarrado tejido de historias representativas de la violencia actual, contadas desde la espontaneidad del relato oral hasta la modalidad culta de la narración más académica, con la consiguiente variedad de registros estilísticos, es una metáfora de la creación literaria en su necesidad de acumulación de experiencias vividas para luego poder escribirlas en soledad creadora y, al cabo, una auténtica lección de teoría y práctica de diferentes modos de novelar, en su imprescindible unión de vida y literatura, con episodios de varia índole, contados con toda su carga de horrores y procacidades pero también con constantes referencias y alusiones literarias, cinematográficas y pictóricas.