Novela

El violinista de Mauthausen

Andrés Pérez Domínguez

2 abril, 2010 02:00

Premio Ateneo de Sevilla, 20009. Algaida. 312 páginas, 20 euros


Rubén Castro, un joven sevillano, busca refugio en Francia huyendo de las consecuencias que sus simpatías por los republicanos puedan acarrearle en una España escindida por la Guerra Civil. A París llega con la esperanza de dedicarse a escribir y cargando el más pesado de los fardos; el sentimiento de culpa por haber abandonado su país en crisis. Conoce a Anna, una hermosa mujer medio francesa, medio alemana y entablan una relación sentimental con las botas de la Wehrmacht atronando ya los bulevares de la ciudad ocupada. Los compases de un vals interpretado por un anónimo violinista sirven de marco a sus sueños dominicales, sin imaginarse hasta qué punto la casualidad los llevará a trenzar sus destinos.

La II Guerra Mundial es la gran protagonista de este libro que Andrés Pérez Domínguez ("nacido en Sevilla el mismo día que Neil Armstrong ponía el pie en la luna") ha tejido con una prosa rápida, a veces jadeante, prolífica en detalles y matices, con la cual no escatima palabras en su afán por ahondar en los vericuetos de las motivaciones humanas. Pasión, idealismo, crueldad, dudas, causas y deberes cuestionables, sentimientos reprimidos, aras sacrificiales, aproximaciones y desencuentros, todo está explícitamente incluido a lo largo de estas trepidantes 479 páginas por las que este joven escritor sevillano transita, visitando ambos extremos de la dualidad y muestra que ser alemán en sí mismo no significa un crimen, ni estar en contra del fascismo entraña el sumun de la bondad cuando las fronteras entre el bien y el mal son delimitadas por el deseo de una parte de la humanidad de aniquilar a otra.

Un libro publicado ya no es una promesa, es un hecho, pero, tras la publicación de El violinista de Mauthausen, subyace la promesa de un escritor que madura a ojos vista y que puede sorprendernos más y mejor con novelas que, por fin, rompan el maleficio de la literatura bobalicona con la que tantas veces se anestesia el cerebro del lector.