Novela

Dinámica de los cuerpos eléctricos

Juan Sardá

9 abril, 2010 02:00

Juan Sardá. Foto: Marcos Rebollo

Suma. Madrid. 432 pp., 18 e.


Mientras leía esta novela, primera del periodista Juan Sardá (Barcelona, 1976), se me venía a la cabeza aquella película de Nicholas Ray en la que un jovencísimo James Dean interpreta a un adolescente Rebelde sin causa enfrentado al mundo de sus padres y a la sociedad entera. No descubro nada, desde luego, si afirmo que las historias en clave generacional, que nos ofrecen la concienzuda crónica del asesinato -no literal- del padre, son un tema que presenta pocas variaciones pero que sigue inquietándonos. Quien más quien menos, todos hemos practicado la rebelión cuando sólo éramos hijos, del mismo modo que ahora rezamos por salir indemnes de la rebeldía filial, el día en que se presente.

El trasunto entre aquella rebeldía americana y ésta de la novela de Sardá es el mismo: los frutos mejor preparados de la sociedad del bienestar, ante la falta de causas nobles por las que luchar, se lanzan a una carrera hacia el precipicio. En la película de Ray, como aquí, esta afirmación se materializa literalmente en algunas escenas. Sin embargo, hay una diferencia muy acusada entre aquella cinta de los 50 y esta historia descarnada y brutalmente actual de Sardá. Si allí los jóvenes apenas habían dejado atrás la pubertad, aquí los protagonistas rozan la treintena. Si allí era la inconsciencia el motor de sus actos, aquí es el terror a la responsabilidad. Ya no son ingenuos chavales que compiten por una chica, sino adultos con inquietudes bien definidas y preparación suficiente, que temen enfrentarse al resto de su vida y optan por mirar a otra parte mientras no dejan de mirarse a sí mismos.

Tan importante como el retrato social es aquí la ambientación. Hay una escena en que un personaje afirma que ha muerto la música pop. Otro le contesta que también la electrónica. En estas páginas mueren, uno por uno, todos los referentes, en más de una ocasión dinamitados por sus protagonistas. La cultura ya no es una seña de identidad, es una moda de rápido consumo, como tantas otras, que los jóvenes usa y tiran sin mesura. Los retratos psicológicos de los dos personajes principales -Charlene, el narrador- son demoledores. Aquí no hay esperanza. Los paraísos artificiales son un oasis en el desierto. Y después, nada, como dice el protagonista: "mañana seguiré siendo exactamente yo".

La primera novela de Sardá -de 34 años, el dato no es irrelevante- se lee en una poco amable clave generacional. También como un ácido retrato de la sociedad del bienestar, sus fobias y sus filias, sus protagonistas, sus estupideces y sus cuitas metafísicas. Y es también una anti-novela de iniciación, que describe el camino algo serpenteante que realizan dos jóvenes acomodados para encontrarse a sí mismos en un mundo donde las distracciones no les faltan. Por todo ello, merece la pena no perdérsela.

ALGO PERSONAL

-¿Cuánto hay de autobiografía, de exorcismo, en esta novela?

-Un poco de autobiografía y bastante de exorcismo. Pero también he procurado escribir como si los personajes no tuvieran nada que ver conmigo.

-Holden Caufield, American Psycho... ¿en quién se reconoce?

-Hay algo del teenage angst de Caulfield y del nihilismo de Ellis. Sobre todo, quise parecerme al Faulkner de El ruido y la furia.

- En el debate clásicos / nocilleros, ¿donde se sitúa?

- Más que moderno intento ser contemporáneo. Hay cosas de los nocilleros que me interesan. Ellos ponen el acento en la estructura y yo he buscado esa modernidad en el lenguaje.