Image: Función en el colegio

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Novela

Función en el colegio

Orio Vergani

16 abril, 2010 02:00

Vergani con María Callas

Trad: Ángel M. Bécquer. Libros del Silencio, 2010. 221 páginas, 22,50 euros


No me atrevería a afirmar que el excepcional éxito que acabaría obteniendo El gran Meaulnes, publicado un año antes de la muerte de su autor cerca de Verdún en las primeras batallas de 1914, tuvo algo que ver en ello, pero lo cierto es que el tránsito de la adolescencia a la primera juventud, y las afecciones sentimentales propias del caso, inspiraron obras apreciables de varios escritores que algunos sesudos críticos o eruditos avalaron con su reconocimiento. El propio Francisco Rico prologa ahora, con sincero entusiasmo de lector, una nueva edición de la novela de Orio Vergani, Función en el colegio, que recibiera en 1942 el premio de la Accademia d'Italia y fue inmediatamente traducida al español.

Tampoco postularé que este acontecimiento editorial ejerció influencia en dos obras del mismo corte, publicadas en 1951 y 1952, respectivamente: La vida nueva de Pedrito de Andía del entonces ya ex ministro Rafael Sánchez Mazas, y Helena o el mar del verano, de Julián Ayesta. Los tres, Vergani, Sánchez Mazas y Ayesta, coinciden en explotar el mismo terreno que Fournier había abonado, narrando con finura y verosimilitud sendas historias de muchachos que empezaban a volar con alas propias y que inevitablemente llegaban con ellas al territorio virgen del primer amor.

A diferencia de nuestros dos escritores, Vergani era un profesional de la pluma, con una intensa carrera como periodista del Corriere della Sera. Sus pinitos como autor teatral fueron avalados por el propio Pirandello, pero de entre su producción narrativa sólo perdura, y con razón, Función en el colegio.

Rico la define como "pequeña obra maestra", pero también como "una gran novela menor". Menor no tanto por la forma, que no tiene tacha, como por el asunto, como si sobre estas novelas de adolescencia se extendiera la sombra del sambenito que se proyecta inexorablemente sobre la llamada literatura infantil y que en este caso concreto puede verse potenciada por el inevitable sentimentalismo con el que se debe aliñar la narración del querer y no poder del enamoramiento adolescente en un contexto social tan cerrado como el de una ciudad provinciana de la Italia de cuando El gran Meaulnes. La rígida estructura social, las familias, la escuela y la Iglesia dejan poco espacio al desahogo de una sexualidad reprimida que Función en el colegio exuda en la mayoría de sus páginas. Sin embargo, el protagonista, Mario Rondani, quinceañero huérfano acogido sin demasiado entusiasmo por su tío, es todo un personaje de una pieza, líder de su banda escolar en la que una cuestión de faldas provoca incluso heridas de sangre. Pero, al contrario del odiado señorito Giorgio Ercolani, que tiene la decisión de, cuando mayor, "pagar a las mujeres", Mario se enamora de su hermana Emilia que no le corresponde, que nunca sabrá de su enamoramiento, y que "si se enamorara de otro, no me importaría nada. Me basta con quererla yo, y ni siquiera tengo interés en que lo sepa".

Amor platónico, sí, pero con toda la delectación de un voyeur que persigue hacerse por cualquier medio con una foto de la amada y que, en una magnífica secuencia de travestismo, se disfraza el día de carnaval con las ropas de ella que su hermano le ha proporcionado. Muy sabiamente, Vergani rebaja tanto licor romántico mediante el desarrollo narrativamente magistral de dos escenas a modo de gran fresco en medio del cual progresa la pasión de Mario: la representación escolar en el colegio de las Ursulinas en la que, con libreto del párroco y confesor don Carmine, Emilia hace el papel de un centurión romano converso y mártir, y el baile de carnaval donde aflora el sexo soterrado y nuestro enamorado se viste con las galas de su amada cuya cara es incapaz de recordar.