Image: Quien sueña novela

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Novela

Quien sueña novela

Raúl Guerra Garrido

23 abril, 2010 02:00

Raúl Guerra Garrido. Foto: Javier Etxezarreta

Alianza. Madrid, 2010. 328 páginas. 19'50 euros


La obra literaria de Raúl Guerra Garrido (Madrid, 1935) ha ido creciendo acompasadamente a lo largo de más de treinta años, y con rasgos muy marcados casi desde el principio, al amparo de una libertad narrativa que le ha permitido jugar con los límites entre realidad y ficción y ensayar distintas modalidades de discursos: relato tradicional, monólogo, narración en segunda persona, encadenamiento de intertextos y otros recursos han ido apuntalando el desarrollo de una mirada siempre crítica, nunca segregada del entorno social y del presente.

De todo esto encontramos en Quien sueña novela, obra que, como su anterior novela larga (La Gran Vía es New York, 2004), podrá suscitar dudas acerca de su encasillamiento genérico a cualquier lector amigo de encerrarse en los límites precisos del relato de ficción, ya que, en efecto, la trama argumental es sumamente leve: se reduce al relato de las idas y venidas del narrador por calles y lugares de Madrid desde las diez de la mañana de un día cualquiera, a la espera de una importante cita, a la que se alude en repetidas ocasiones pero de cuya naturaleza nada se dice, concertada para las diez de la noche.

Este recorrido, que obliga a evocar el modelo de Joyce, es sobre todo, además de un trayecto físico, un itinerario sentimental, organizado como una mezcla de reflexiones y sueños o visiones oníricas en las que pueden inscribirse recuerdos, fugaces impresiones de paseante, desdoblamientos de la voz narrativa, jugueteos de palabras, opiniones acerca de la creación literaria, confesiones íntimas del narrador -identificado con el autor en algunas referencias a sus propias obras y en numerosos detalles, incluido el de su visita al editor Jorge Cela para intentar la publicación de la primera novela, Cacereño (pp. 93, 297-298)- y, en general, todo lo que podría constituir el material para un posible libro de memorias, porque, como se afirma en un momento dado, "a partir de cierta edad la vida es recorrer las calles de la memoria, cruzar las plazas del olvido y doblar la dudosa esquina de los sueños" (p. 53).

Estas páginas encierran la síntesis de una vida, pero no una autobiografía al uso; como en el San Camilo de Cela, cuyo eco remoto parece resonar levemente en algún pasaje, se trata de una sucesión de impresiones -unas trascendentes en el desarrollo personal, otras en apariencia triviales- que la memoria selecciona y jerarquiza, al margen de su posible valor objetivo. Y, al igual que toda vida, se encamina ineludiblemente a su final, como sugiere la enigmática cita nocturna que guía al narrador, porque el ser humano es sobre todo, como aseveró Heidegger, un "Sein zum Tode", y sólo provisionalmente puede eludir ese destino. O, con palabras del narrador, "la vida es enfermedad de transmisión sexual que progresa sin remedio" (p. 177).

Esa transformación de la realidad que es la literatura alcanza, naturalmente, al lenguaje que constituye su materia prima. De ahí el uso constante en el discurso de giros idiomáticos modificados, tergiversados intencionadamente para sugerir nuevos horizontes de significado. He aquí algunas muestras: "los extremos sofocan" (p. 146), "las comillas son un engorro frigio" (p. 168), "un ejemplar de la crítica de la razón dúralex si sólo es justa" (p. 172); "según Barthes, en martes ni te canses ni te embarques" (p. 201); en referencia al llamado cobrador del frac: "lo tengo pisándome los talones, suele perseguir talones sin fondo" (p. 233). Las rupturas pueden alcanzar a las mismas palabras: "piensertes novenesas" (por ‘serpientes venenosas', p. 244) o "banturtes leviotas" (por ‘turbantes violetas', p. 245).

Quien sueña novela es un libro de madurez, mucho más útil para conocer al escritor que cualquier autobiografía formal, y, por encima de todo, un ejemplar ejercicio de libertad narrativa, que avala la conocida afirmación de Baroja según la cual la novela es "un saco donde cabe todo" (y habría que añadir: siempre que esté bien ordenado).