Image: Barrio cero

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Novela

Barrio cero

Javier Reverte

23 julio, 2010 02:00

Javier Reverte. Foto: Esther Lobato.

Planeta. Barcelona, 2010. 268 páginas, 20'50 euros


Frente al Javier Reverte (Madrid, 1944) al que debemos numerosas y amenas crónicas de viajes y cuyo conocimiento de distintos países se refleja también en la ambientación de varias de sus novelas, éste de Barrio cero es un Reverte al que podríamos calificar de retraído; un Reverte que, sin abandonar el estilo de reportaje que impregna buena parte de su producción y que proporciona también a muchas de estas páginas un inequívoco aire de crónica, ha compuesto en Barrio cero una historia situada en un barrio modesto de Madrid, sin más salidas al exterior que algunos desplazamientos a una zona cercana de chabolas.

Una mujer conocida en su barrio como "Mamá Romero", viuda de un marido borracho y maltratador y con un hijo adolescente tocado por la droga, narra su visita al comisario de policía para confesarle que ha cometido un crimen. A partir de este arranque, el resto de la narración, siempre en boca del mismo personaje, consiste en una serie de analepsis que permiten reconstruir la existencia de Mamá Romero y explicar de qué modo ha llegado a su situación actual. Esta prolongada confesión recobra y actualiza, en suma, el modelo narrativo del Lazarillo de Tormes, con todas las salvedades y matices que quieran establecerse. Y sirve, además, para que el autor despliegue sobre la historia una buena cantidad de problemas sociales de la más acuciante actualidad -las drogas, la inmigración, el maltrato doméstico, el desarrollo de las asociaciones feministas y de apoyo a la mujer, la precaria situación de la justicia frente al delito, la prensa sensacionalista y manipuladora-, sin dejar por ello de apuntar a cuestiones de más profundo calado moral, como la justificación de la violencia o la mentira y su posible legitimidad cuando se trata de restablecer un orden justo que la ley no logra alcanzar.

Junto al personaje de la narradora, que acapara, como es natural, toda la atención, Reverte esboza otros que, aun siendo en algún caso algo tópicos, no llegan en ningún momento a la inverosimilitud: el marido brutal, el viejo policía -cercano al Méndez de González Ledesma- que más se nos antoja pastor de almas o asistente social, el cura neocatecumenal -perfilado con hirientes rasgos-, la amiga y algunos vecinos de la barriada, a los que hay que añadir el delincuente apodado Coyote o la abogada Merche, completan el retablo y representan al mismo tiempo a distintos estratos sociales, con una marcada simpatía por los humildes frente a quienes, en virtud de su posición económica o por ostentar un cargo público, son objeto de una mirada crítica. Algunos, como el comisario don Nicolás, el cura o Merche, merecían tal vez atención más demorada, con una aportación más generosa de informaciones que se omiten por completo y que, de no haber sido así, hubieran proporcionado a la novela mayor hondura psicológica; pero el autor ha preferido dejarlos sin más desarrollo que el imprescindible, tal vez para que su presencia no menoscabara el protagonismo absoluto de Mamá Romero, cuyo discurso se ciñe por lo general a la frase corta y a los períodos sintácticos simples, a fin de no romper el decorum, la correspondencia esperable entre la naturaleza de la narradora --una mujer con inteligencia natural y algunas lecturas, pero sin instrucción- y su lenguaje. Al mismo propósito cabe atribuir algunas repeticiones que muestran las limitaciones expresivas de Mamá Romero ("como si anidase dentro de ti una culebra venenosa que acaba por morderte", pág. 123; "la amargura […] anida secretamente en nuestras almas, como una víbora de sangre fría", pág. 155), que, sin embargo desaparecen en su intervención televisiva o en su comportamiento ante el tribunal que la juzga.

Con un estilo narrativo cercano al del reportaje periodístico, Reverte ha escrito una novela digna, tal vez demasiado esquemática, con poca invención y escasas sorpresas para los seguidores de la crónica negra que inunda cada vez más los servicios informativos de todo tipo, pero con una trama que acumula con habilidad anécdotas y reflexiones acerca de numerosos problemas de actualidad que a todos los lectores, directa o indirectamente, les resultarán familiares.

ALGO PERSONAL

- ¿Cómo llegó del cosmopolitismo de sus libros de viajes a esta historia local?

- He escrito al menos cuatro novelas con un paisaje de fondo urbano. Me gusta escribir de muchos mundos y variar de género. La literatura tiene muchos espejos y me gusta asomarme a todos.

- ¿La peripecia de Mama Romero muestra la necesidad de una justicia popular?

- No trato de demostrar nada, sino de retratar algo que me deja perplejo: cuando la justicia falla, ¿puede convertirse un criminal en un héroe popular?

- Su Barrio Cero es una novela con sabor a reportaje. ¿Ganó el Reverte cronista o el Reverte novelista?

- Para mí crónica y novela tienen muchos flecos en común, no vence la una sobre la otra. Capote dijo que la literatura y el periodismo son dos brazos de un mismo río y yo estoy de acuerdo.