Image: La caída de los gigantes

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Novela

La caída de los gigantes

Ken Follett

15 octubre, 2010 02:00

Ken Follet. Foto: Quique García

Traducción de Anuvela. Plaza & Janés. Barcelona, 2010. 1.021 pp., 24'90 e.


Ken Follett (Cardiff, 1945) no necesita a los críticos literarios. Sus libros se abren camino sin necesidad de obtener la aprobación de un suplemento cultural. Ken Follet no es un escritor, sino un fenómeno social y editorial. Ha vendido más de cien millones de ejemplares. Los pilares de la tierra es uno de los libros más leídos de las últimas décadas. Sin embargo, Ken Follet no es Tom Clancy. No se conforma con el éxito. Busca el reconocimiento. Sus novelas pretenden reconstruir épocas, crear personajes, esclarecer las motivacio- nes del ser humano. Follet no manifiesta una excesiva preocupación por el estilo. Escribe con fluidez, muestra cierto sentido narrativo, logra mantener vivo el interés del lector, pero carece de la fuerza e intensidad de los grandes novelistas. Sería absurdo hablar de experimentación, pues sus novelas nunca se han planteado ningún problema formal.

La caída de los gigantes es la primera entrega de una trilogía que pretende abarcar todos los conflictos del siglo XX. El protagonismo recae en cinco familias atrapadas por las turbulencias de la Primera Guerra Mundial y la Revolución rusa. La acción comienza en 1911 en Gales. El enfrentamiento entre los mineros y los dueños de las minas escenifica las grandes tensiones sociales que desembocarán en la guerra del 14 y la dictadura de los soviets. Follet combina el relato histórico con la peripecia individual de los personajes. Todo es previsible: la juventud malograda por la rutina de las trincheras donde el tedio convive con una violencia sin grandeza; los dolorosos contrastes entre los privilegios de la aristocracia y la miseria de los campesinos; la lucha de los obreros contra una burguesía autocomplaciente y sin escrúpulos; los amores frustrados; los antagonismos ideológicos que dividen a las familias; la creciente influencia de EE.UU, que asume un liderazgo incómodo, donde la ambición política convive con la tendencia al ensimismamiento.

Los diálogos no son grandilocuentes, pero tampoco conmueven. Los personajes bordean el estereotipo y la reconstrucción histórica es tan correcta que parece de cartón piedra. La caída de los gigantes recuerda a superproducciones cinematográficas, con generosos presupuestos y escaso ingenio. Las escenas de guerra y las historias de amor parecen extraídas de Leyendas de pasión, la mediocre película de Edward Zwick. Ninguna de estas objeciones afectará a unos lectores poco exigentes, que se impacientarían con las filigranas de Sebald o la prosa de Chatwin. Follet no defrauda las expectativas que genera.

Sus admiradores renovarán su aprecio por el escritor galés y los amantes de la literatura corroborarán que el mercado editorial siempre apuesta por el éxito fácil. Es desalentador contras- tar las modestas cifras de venta de Coetzee con las enormes tiradas de Follet. No hay que poseer mucho talento para pronosticar que las siguientes entregas de la saga obtendrán la misma acogida. El amor a la literatura suelen estar asociado a la pasión fetichista por el libro. Los consumidores de best-seller no comprenden ese sentimiento. Si fuera de otro modo, no se entendería su predilección por unos formatos que recuerdan las cajas de Ferrero Rocher. La caída de los gigantes no esconde su naturaleza. Su cubierta satinada de color sepia y el ligero relieve reflejan una inequívoca intención de ocupar escaparates y expositores. Follet afirma que su novela es "de alguna forma la historia de todos nosotros". Los que no se reconozcan en este retrato, tal vez se pregunten si han existido de verdad.