Correr
Jean Echenoz
22 octubre, 2010 02:00Jean Echenoz. Foto: Santi Cogolludo
Sin duda, el personaje se lo merece: ¡qué tío, este Zátopek! Alguien que no quería hacer deporte, pero ya que se ponía, aprovechaba para batir todos los récords del mundo; un encantador torpe que fue el atleta definitivo, un hombre sencillo e inocente transitando por un mundo criminal: el régimen comunista que a tantos asesinó. Es imposible no encapricharse con semejante protagonista, que por otra parte resulta claramente echenoziano: "ese tipo hace exactamente lo que no debe hacerse", dice alguien de Zátopek. Universo Echenoz, sin duda. Correr nos describe una sucesión increíble de victorias deportivas que se combinan con elegantes regates de Emil frente al juego peligroso del Mal. En lo más alto de su carrera o relegado a basurero, Zátopek es más rápido que el miedo, más imprevisible que la humillación. Porque Zátopek corre, o sea: juega. Y jugar, ya se sabe, es algo muy serio.
En Correr nos reencontramos con la ya clásica voz narrativa de Echenoz, irónica, divertidísima, y tan cercana que a ratos parece oral. Y no es sólo que la novela se beneficie de su característio gran sentido del ritmo: es que el ritmo es uno de los temas del libro. En cambio, los estallidos líricos son menos y más concentrados que otras veces, pero muy hermosos: ¿o no es magnífico calificar al apellido "Zátopek" de "despiadado vals de tres tiempos"? Ahora bien, sobre todo destaca un matiz en el Echenoz de los últimos años, y en Correr es muy obvio: se trata de una acentuada compasión hacia sus criaturas. Esto es lo que hace de la novela un libro admirable. Admirable… y "metafísico", dicen muchos críticos. De "estilo limpio", decimos todos. En su reciente libro De qué hablo cuando hablo de correr, Haruki Murakami explica que una vez corrió cien kilómetros en un día. El durísimo tramo final le pareció un "territorio casi metafísico". El agotamiento le permitió moverse con una naturalidad automática, bajo un "estado meditativo", plácido, calmo. Si la trayectoria de un escritor se parece en algo a una larga carrera, puede que Jean Echenoz haya entrado en sus últimos veinte -o treinta- kilómetros. Pues enhorabuena, porque está escribiendo mejor que nunca, y nosotros tenemos la suerte de enterarnos por mediación del excelente traductor Javier Albiñana.