Image: Voces. Antología de narrativa catalana contemporánea

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Novela

Voces. Antología de narrativa catalana contemporánea

Varios Autores

26 noviembre, 2010 01:00

El equipo de los cuentistas de Voces

Edición de Lolita Bosch. Anagrama. 356 pp., 22 euros


Se reúnen en esta antología textos de 41 autores catalanes menores de 41 años (¿pura coincidencia numérica?) con el loable propósito de dar a conocer los nombres más destacados o prometedores que ofrece hoy la literatura narrativa en lengua catalana. El planteamiento no carece de riesgos. El primero es el número de autores seleccionados por la compiladora, porque incluso en todo el resto de España sería problemático encontrar tantos narradores jóvenes con el grado de calidad artística que se atribuye a estos.

El riesgo aumenta si tenemos en cuenta un segundo factor: de cada autor se recogen uno o dos textos muy breves -por lo general, cuentos, y en algún caso un capítulo de una obra más extensa-, lo que resulta insuficiente para calibrar sus méritos y conjeturar sus posibilidades, salvo en los pocos ejemplos de nombres ya conocidos y experimentados, como Jordi Puntí, representado aquí con el excelente cuento "Los niños", pero que ya ha dado sobradas muestras de su valía en colecciones de relatos como los de Piel de armadillo y en novelas como Maletas perdidas. Junto a casos como éste, la presencia en el volumen de autores que dan sus primeros pasos en el camino de la creación provoca inevitables desequilibrios que tal vez hubieran podido paliarse reduciendo el número de escritores seleccionados.

En su prólogo, la compiladora, tras desarrollar una emotiva laudatio de la lengua vernácula -la que, de modo inevitable, se perderá en la traducción-, afirma haber actuado como simple lectora ("aquí no elijo, leo como leería en casa") para contradecirse poco más adelante ("me ha gustado buscar, leer, elegir y, en algunos casos, editar"), y ha antepuesto a cada autor una brevísima semblanza que trata de rehuir los cánones habituales ofreciendo ángulos inesperados de su personalidad. Pero no siempre los datos seleccionados parecen pertinentes. Así, sabemos de Toni Sala (p. 47) que "sus tres platos favoritos son los bocadillos, las habas y los uriços", lo que, dejando aparte la novedosa consideración del bocadillo como plato, sobra por completo en la caracterización de cualquier escritor, especialmente cuando nada se dice en relación con la tarea por la que figura en estas páginas. De Jo Alexander se dice que "toca la guitarra" y "come magdalenas" (p. 69). A Juan Díaz Acuña "le gusta comer huevos fritos, sardinas y marisco" (p. 173). Nada hay que objetar al gracejo y al desenfado, salvo cuando resultan ocurrencias inertes o, como aquí, suplantan a menudo los datos oportunos.

Hay relatos de excelente escritura ("Primer vuelo", de Sebastià Alzamora, o el ya citado de Puntí), con otros desarrollados como diestros monólogos ("El canto aquel", de Roc Casagran, con ingredientes poemáticos; "Noche de lunes", de Borja Bagunyà; el capítulo insertado de Joan Miquel Oliver). Se acercan a la alegoría cuentos como "Catorce de abril", de Pau Planas, y, sobre todo, "Cuando caían hombres de la luna", de Albert Sánchez Piñol, que algunos defensores actuales de la pureza de sangre deberían estudiar detenidamente. Una objetividad casi minimalista sobre el fondo temático del desamor y la soledad ofrece ejemplos notables en "Teníamos casas nuevas", de Neus Canyelles, y en "Cubitos", de Laia Noguera i Cofrent. No faltan algunos ejemplos de microrrelato -uno de cuatro palabras- debidos a Albert Balasch. Y convendría tener en cuenta a Judit Pujadó, a juzgar por el cuento "Los buenos tiempos", inédito hasta ahora y que aquí se recoge con buen criterio.

No sé si ahijar algunos usos erróneos a los autores o a la traductora, como "destinaciones" por ‘destinos? (p. 237) o "lomo de la butaca" por ‘respaldo' (p. 307); o formulaciones equivocadas, como "habíamos cometido un gran error, pero error al fin y al cabo" (p. 134). Y no me parece admisible -menos aún en un libro como éste- afirmar que el escritor Marc Pastor es "fan de la pintura" (p. 195). Es una frivolidad lingüística que ningún idioma merece. ¿Somos los lectores "fans de la literatura"? ¿Podría traducirse el lletraferit catalán como "fan" (o, más castizamente, "hincha") de la literatura? ¿Aceptaría la compiladora una pedrada así contra su lengua?