Hilos de sangre
Gonzalo Torné
10 diciembre, 2010 01:00Gonzalo Torné
A los niños y a los enfermos los han entregado a los servicios sociales, a los adultos que no pertenecen a países arrasados por conflictos en los que participamos con una sonrisa en los labios se los estamos devolviendo a sus familias, a los que tienen derecho a quedarse los sacamos de paseo hasta los Monegros (en camiones) con la esperanza de que se queden allí" (p. 459). Hay, además, como telón de fondo la historia de unas familias catalanas que evolucionan al compás de los sucesos -los Montsalvatges, los Llibert-, en la línea que han cultivado otros escritores, desde Agustí o Gironella hasta Luisa Forrellad o Use Lahoz. La mirada del autor es tan aceradamente crítica con la historia pasada como con el presente (léase el pasaje satírico sobre la fiesta de escritores [pp. 425 y ss.] y sus caricaturas), y para ello se vale de una prosa a veces deslumbrante, repleta de observaciones agudas, de ángulos de visión imprevistos, todo ello expuesto con una brillantez que se refleja en los diálogos -con frecuencia largos monólogos yuxtapuestos- y las cartas en que personajes como Joan-Marc o Álvaro se expresan con una afilada inteligencia y una capacidad analítica fuera de lo común.
El autor se demora en alardes que, aun siendo una fiesta para el entendimiento, paralizan o retardan a menudo la acción e introducen numerosas parcelas discursivas no siempre pertinentes para el desarrollo de la historia que la desequilibran un tanto. A pesar de ello, muchos personajes alcanzan perfiles complejos y convincentes -Clara, Álvaro, Gabriel, Anglés, Rosa, Reina, etc.-, si bien otros, como algunos miembros de la célula clandestina, quedan borrosos.
Lo que sorprende en esta historia con tantas páginas de brillante escritura son las numerosas y graves erosiones gramaticales que destrozan el texto. Se vulnera el régimen preposicional de muchas construcciones verbales: "me convenzo que..." (p. 163), "me convencí que..." (p. 161), "me entero que viene" (p. 164), "se cercioraba que..." (p. 235), "estoy seguro que..." (p.400), "probé de abrir la ventanilla", p. 158; "¿vas a seguir confiada de que […] vas a escribir?", p. 93; "quiero responderle pero no me decido en qué tono debo hacerlo" (p. 121), "todavía no me decido a cómo empezar" (p. 202), "se ejercitaban los profesores desde sus tarimas a propagar visiones..." (p. 132).
Hay notorias impropiedades léxicas: "abrigo de terno azul" (p. 255), "mochila de terno azul" (p. 284), "enjuagar el dolor" (133), "reprender" por 'reanudar' (p. 461). No faltan las concordancias deficientes ("el oscuro génesis", p. 113; "el hambre [...] tierno" (p. 286), las construcciones rechazables ("lo suficiente bruto para...", p. 195; "lo suficiente espaciosa", p. 446; "le parece lo suficiente grotesco", p. 452), "el día después de...", (p. 337), "se desmoronaba encima suyo" (p. 234), e incluso un error clamoroso de verbo irregular: "Andamos dos kilómetros [...] y nos escondimos" (p. 400). Es como si en el texto hubiera dos autores de rango distinto.
Y es preciso reprochar, aunque no suelo hacerlo, el descuido de la impresión, ya que los correctores han dejado al aire numerosos y reiterados disparates ortográficos inaceptables en un libro: "rayaba patatas" (p. 225), "exhuberancia" (pp. 286, 339, 449), "sino" por 'si no' (pp. 56, 177), "gravados en yeso" (p. 127), "gravaba videos" (p. 431), "deshechos" por 'desechos, residuos' (pp. 160, 438), "para que [...] urgue [por 'hurgue'] en la vida de Jonás", p. 461, etc. Mal ejemplo.