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Punto de fisión
David Torres
29 abril, 2011 02:00David Torres. Foto: José Aymá
Las cuatro historias están desarrolladas en narración alternante con pertinentes nexos de unión entre todas, de modo que al final los cuatro ejes vertebradores convergen en una misma historia compleja. En su desarrollo colaboran dos narradores, uno en primera persona que cuenta lo relatado en el manuscrito de Punto de fisión, reproducido en letra cursiva, y otro narrador omnisciente que cuenta en tercera persona las tres historias restantes. El narrador del manuscrito es el ucraniano Sergei, un niño cuya infancia en Pripyat quedó destrozada por la explosión de la central nuclear de Chernobyl y que ha recorrido Europa, hasta llegar a este Madrid del siglo XXI, contando aquella trágica experiencia bajo el peso de los fantasmas que han escindido su personalidad llevándolo al abismo; su relato parece arrancado de una fantástica ciencia ficción hecha realidad, por lo que sucedió en la central ucraniana (y porque los lectores recordarán la actualidad de lo ocurrido en la japonesa de Fukushima).
La segunda historia está protagonizada por un editor hipocondríaco extorsionado por su ayudante, después de un gatillazo que cambia su vida, empezando por el divorcio y la mentira de su enfermedad y terminando por convertirlo en autor de éxito con la publicación de sus memorias. En otra historia descubrimos las alucinaciones de un individuo anodino a quien un rayo ha convertido en voraz lector y delirante escritor de novelas disparatadas. Estas dos últimas historias encierran numerosos ingredientes literarios, con grandes dosis de parodia, ironía y humor, desde los versos tatuados en el cuerpo de Julia y su voracidad sexual hasta las estrafalarias historias imaginadas por Leo Zubiri y su editor de Libros de la Nada, pasando por las obsesiones y crueldades de un lisiado crítico de cine porno y lo añadido por la historia que comento a continuación. En ella conocemos la investigación policial de unos atentados terroristas perpetrados por el madrileño PICHY (Partido Independentista Chulapo ¿Y?), que han decapitado a La Cibeles y desnarigado a Neptuno por ser divinidades extranjeras. En esta historia descansa el componente de novela negra y con ella se suman nuevas escenas humorísticas de una realidad grotesca, tanto en la accidentada investigación del inspector Rodríguez como en su condición de policía-poetastro que recita sus versos en la extravagante reunión de bohemios en La Caverna, de Lavapiés, donde brillan el Poeta de Terracota y el gorrón de Luisito Sanabria.
Baste lo explicado para dar cuenta (imposible) de la extraordinaria riqueza genérica, argumental y temática de una obra que es, a la vez, novela de ciencia ficción, fantástica, onírica, negra y metanovela que, con intención lúdica y visón humorística, reflexiona sobre sí misma y sobre la literatura en general. El amor y el sexo, la infancia perdida, los nacionalismos, las mafias, el dolor, la violencia, la muerte, la obsesión del doble (en varios personajes) y el mito (en el de Julia-Katia) son los temas dominantes cuyo tratamiento, sometido a deformación esperpéntica, desemboca en una visión grotesca del mundo, si bien al final queda un signo de esperanza en el viaje europeo de Julia con el manuscrito de Sergei y un hijo en su vientre (al que llamará Sergio) hacia el lugar de la catástrofe nuclear en Pripyat-Chernobyl.