Image: Pez espada

Image: Pez espada

Novela

Pez espada

Alfredo Taján

29 julio, 2011 02:00

Alfredo Taján. Foto: Nacho Alcalá

Premio Ciudad de Salamanca. Ediciones del Viento, 2011. 296 páginas, 19 euros

El argentino Alfredo Taján (Rosario, 1960), residente en Málaga desde los años 70, poeta y novelista con varios libros en su haber, ha ganado el último Premio Ciudad de Salamanca con su quinta novela, Pez Espada. Su título destaca el nombre del hotel que marcó el comienzo de la época dorada del turismo en la Costa del Sol malagueña a comienzos de los 60. Y su contenido recrea los veranos allí pasados por una variopinta fauna de gentes en busca de diversión. Pero no se queda en el relato de aquellos períodos vacacionales de vida bohemia y cosmopolita, sino que también incluye otros episodios con implicaciones ideológicas y políticas importantes en la historia de España bajo la dictadura franquista. La novela comienza con el regreso del narrador y protagonista al Hotel Pez Espada, situado en La Carihuela, al lado de Torremolinos. Gustavo Marín afronta su obsesión con los fantasmas de su pasado vivido con un grupo de amigos en aquel hotel en los veranos de 1961 y 1962. Su regreso se produce casi 50 años después, ya jubilado. En tales circunstancias, con el apoyo de una fotografía tomada en agosto de 1962, la lectura de una tesis doctoral sobre el llamado Contubernio de Munich y un recorte de prensa con la noticia del episodio criminal que puso fin a estos veranos, la memoria del narrador va recreando lo vivido en aquellos meses lejanos por un grupo de amigos entre los que destacan el cónsul Carlo Merloni y su mujer, amante del narrador y de alguno más. Junto con personajes ficticios, que componen el núcleo argumental de la novela, aparecen figuras históricas conocidas entre las élites de aquel mundo galante, como Sinatra, los duques de Windsor, Perón y su esposa Isabelita, y artistas, escritores y políticos encumbrados en el franquismo, con Girón de Velasco en primera línea.

La recreación de aquel pasado de juventud y "dolce vita" es lo mejor de la novela, que se sitúa en la línea encabezada por Torremolinos gran hotel, de Ángel Palomino. La rememoración se completa con el exorcismo del narrador y su liberación del peso del pasado. Su lectura, exenta de complicaciones, ofrece un documento costumbrista de época, con el añadido de los grandes cambios producidos en la costa por la masificación del turismo. Pero hay que resaltar muchas deficiencias técnicas y formales en la composición y el estilo, donde haría falta una revisión más que minuciosa. Porque su prosa es demasiado convencional, plagada de lugares comunes, y desaliñada por sus abundantes descuidos (además de erratas), hasta el extremo de decir lo contrario de lo que se pretende: ..."exponte tú si quieres [...], pero no exponernos a los demás me parece una irresponsabilidad por tu parte" (pág. 167). Hay errores en la conjugación verbal y se confunde un verbo con otro cuando se emplea "infringiendo"(pag. 240) en lugar de "infligiendo". Y se han deslizado varias inexactitudes temporales en la edad del narrador y protagonista, tanto en el período recreado, con 28 años en 1962 (pág. 290) cuando "no había cumplido 24" en 1961 (pág. 15), como en el presente narrativo de su rememoración, pasando de 72 años (pág. 14) a cerca de "cumplir 75" (pág. 268), cuando el tiempo de su regreso se limita a unos dos meses (pág 223).