Image: La tejedora de sombras

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Novela

La tejedora de sombras

Jorge Volpi

30 marzo, 2012 02:00

Jorge Volpi. Foto: Iñaki Andrés

Premiol Planeta-Casamérica, 2012. Planeta, 2012. 275 páginas. 20 euros

Podemos calificar de extraña, curiosa y atormentada la última producción de Jorge Volpi, La tejedora de sombras, aunque no por su fórmula narrativa: la novelización de personajes o hechos reales que suponen el debilitamiento de lo imaginario en la narrativa contemporánea. También en la novela decimonónica, al filo del realismo, los autores precisaban que lo relatado estaba inspirado en hechos reales, como más tarde haría en ocasiones el cine y la televisión. Volpi, en una nota final, nos ofrece -y hay que agradecérselo- las fuentes de las que se ha servido: dos biografías, la colaboración de miembros de la universidad de Harvard, los archivos de la universidad y otros centros que conservan diarios o dibujos de Christiana Morgan, así como documentos de Henry A. Murray, cuyos nombres han sido ligeramente alterados. Ambos personajes y sus parejas se sitúan en el polémico ambiente del psicoanálisis, más próximos a Jung que a Freud. Su tortuosa peripecia y la de otros que desfilan en estas páginas nos sumergen en una zona enfermiza y, a la vez, como en la historia real, en una trama atormentada, a la búsqueda de un "amor absoluto". Aunque no se precisa, la acción se inicia en el momento de su suicidio en el mar, en las Islas Vírgenes y, poco después, el narrador nos retrotrae 42 años antes.

Los lectores observarán a Christiana como una heroína dispuesta a reinventar el amor. Casada con Will antes de la guerra: "el matrimonio -la catástrofe-, y las infinitas cartas…" imaginó una cierta felicidad burguesa. Tampoco faltarán detalles de su infancia, tan gratos a la escuela. Junto a Harry y Josephine, su mujer, que forma parte de la alta sociedad bostoniana, los cuatro se encuentran en Florencia. Pero Hill y Josephine son pronto conscientes de la relación que se establece entre sus parejas. No es que Christiana no ame a su esposo, aunque éste muestre su impotencia sexual, sino que, tras las caprichosas relaciones sexuales con Mike Murray, descubrirá a su hermano Henry, un psicólogo admirador de Jung, que la incitará al psicoanálisis en las sesiones de Jung. Jung advertirá en la joven: "un reflejo, acaso el más exacto, de la mujer que habitaba su inconsciente".

Christiana escribirá un diario personal, aprovechado por Volpi, en el que detalla las sesiones con Jung y, a la vez, interesada por el arte, empieza a dibujar las imágenes de sus trances que han de convertirla más tarde en objeto del estudio femenino de Jung. En las contracubiertas y en las páginas 125-131 se reproducen algunos de los dibujos del llamado "Libro de Visiones", así como también en el interior del libro se reproducen algunas fotografías, la de la protagonista, de su escultura en bronce o de la torre que Harry le construirá como refugio amoroso.

Jung se convierte en la presencia fundamental de la novela. Christiana se irrita con él, en una carta, al enterarse de que su álbum y sus dibujos son el objeto de un seminario. Mientras éste recurre al análisis de sus sueños y de las imágenes, Harry acude al Viejo (Jung), regresando a Zurcí, o invitándole más tarde a la universidad de Harvard, cuando dispone ya de clínica propia, en la que participará también Christiana. No importa que ésta, despechada por la falta de decisión de su amante, se entregue al alcohol o seduzca a un joven Eaton que acaba ahorcándose frente a la casa de los Murray. Las ceremonias amorosas que inventa parecen entroncar con los arcanos primitivos, tesis que coincide con las teorías de Jung. Se convierten, a veces, en rituales de sangre o en el invento de la díada, fusión completa de la pareja, o un paso hacia el sadomasoquismo, convertida en ama o en esclava.

Incluso cuando a los 46 años la operan de una compleja simpactectomía, retorna a la escritura y busca un mínimo orgasmo con la extrema violencia o se entrega a otro joven amante, Ken, que, dada su violencia destructiva, la obligará a huir de su torre. Muerta ya Jo, alcoholizada, es consciente de su decrepitud y acaba distanciándose de su amante, al que negará la herencia de la torre en la que ambos convivieron, pero siempre intentará potenciarlo y apoyarlo en su trabajo, consciente de su debilidad. Su aportación a la clínica es su colaboración en el Test de Apercepción Temática, que Murray utilizará en Washington, durante la guerra fría para detectar espías, y colaborará, en una larga separación, con la CIA. Es una prueba de imágenes que todavía se utiliza. Christiana fallece en 1967 y se reproduce en la p. 269 su obituario; en la siguiente, la del Dr. Murray. Los excesivos saltos temporales dificultan tal vez innecesariamente la ya compleja trama.