Image: Jezabel

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Novela

Jezabel

Irène Némirovsky

1 junio, 2012 02:00

Irene Némirovsky

Trad. de J.A. Soriano. Salamandra, 2012. 190 páginas, 19'95 euros

En 1936 se publicó Jezabel. ¿Su autora? Irène Némirovsky (Kiev, 1903 -Auschwitz, 1942), conocida en el mundo intelectual francés tras el éxito de su segunda novela, David Golder.

Jezabel empieza en la sala de un tribunal, donde tiene lugar el proceso a una mujer. No es joven, pero sorprende su belleza y elegancia. Acaba de matar a un chico de veinte años y el lector no sabe aún qué relación mantenían. Tras este primer capítulo, la narración da un vuelco y nos cuenta la vida de esta mujer, Gladys Eysenach, que convirtió su belleza en una obsesión. A través del relato vemos el nacimiento de la maldad, del deseo criminal que llega a sentir una mujer en el extremo de la locura por no envejecer. Lo peor llega cuando Gladys se convierte en madre, y su hija se convierte en su espejo, en el reflejo del paso del tiempo. Porque, a pesar de mentir sobre la edad de la niña, no puede cambiar las circunstancias de su vida.

Trasunto de su propia vida, en Jezabel, Némirovsky acusó a esas madres capaces de dejar a sus hijos en "la desesperación, la pobreza y la muerte" (pág. 176), felices en una sociedad adinerada, pero vacía.

La tensión va en aumento y quizá sea el final de la novela lo más impresionante. Bernard Martin, el joven al que ha matado Gladys en ese primer capítulo del proceso, aparece bajo la piel de alguien insospechado. Será el único que conseguirá desenmascarar la crueldad de Gladys, y la soledad que, en realidad, padece. Bernard Martín le cambiará el nombre por el de Jezabel, personaje bíblico cuya aparente bondad, dulzura y belleza, escondía a un ser manipulador, arrogante y endemoniado. En la Biblia, su nombre sobresalta en varias ocasiones. Siempre se refería a una mujer más parecida a un espíritu que a un ser de carne y hueso. Quizá esta novela tenga un mayor eco hoy en día que el que tuvo en su momento ya que, igual que Gladys, muchas mujeres, y hombres, parecen obsesionados con el bisturí que, según piensan, los devolverá la juventud perdida.