Image: Réquiem por Linda B.

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Novela

Réquiem por Linda B.

Ismaíl Kadaré

21 septiembre, 2012 02:00

Ismaíl Kadaré. Foto: Thomas Schulze

Traducción de Ramón Sánchez. Lizarralde y M. Roces González. Alianza. Madrid, 2012. 249 páginas, 18 euros


El peor pecado que puede cometer el gacetillero que se ocupa de una novela de la serie negra, policíaca o simplemente de intriga es revelar la clave de su trama. Réquiem por Linda B. no responde a ninguno de esos géneros. Cabría hablar más bien de novela autobiográfica, testimonial, política o, incluso, erótica. Pero, en todo caso, aquella regla es de plena aplicación aquí: cuidado con no desvelar sus enigmas encadenados. Las claves se nos irán proporcionando a su debido momento sin dejar abierta ningún interrogante, como ocurría con el "misterio" principal de una novela anterior de Ismaíl Kadaré (Gjirokastra, Albania, 1936), La cena equivocada.

El narrador omnisciente se cuida bien de ello; la psiconarración con la que nos abre las mentes o los sueños de los protagonistas va administrando todo ese caudal informativo. Pero pese a la absoluta ausencia de los "escrúpulos del punto de vista", Réquiem por Linda B. nos parece una novela "moderna" por los magníficos diálogos que la jalonan y, sobre todo, porque los mensajes que se nos quiere transmitir nos llegan gracias a una trama compleja pero muy bien trabada, que consiste precisamente en una cadena de enigmas, de peripecias, de lances patéticos que nos van llevando hasta un final impredecible; abierto, por otra parte, a lo real maravilloso en clave del eterno retorno.

Kadaré, premio Príncipe de Asturias de las Letras en 2009, ya ha dejado entrever su interés por España. Anecdóticamente en Frías flores de marzo; con mayor trascendencia en El accidente, novela que tiene claras concomitancias con la que ahora nos ocupa y que incluye una verdadera paráfrasis de El curioso impertinente. Réquiem por Linda B. muestra un inconfundible deje cervantino porque tensa también la goma de la verosimilitud en lo que se refiere a su "fábula mentirosa". Mucho de lo que sucede en ella roza lo máximo admisible desde la "voluntaria suspensión del descreimiento" que todos los lectores de novelas aceptamos. Pero aquí esa tensión acaba pareciéndonos un recurso obligado para dar cuenta de lo que fue la tiranía que Enver Hoxha impuso a su pequeño y atormentado país entre 1944 y 1985.

El Guía, como se hacía llamar, se persona en las últimas páginas de esta novela presentándose tanto como el dictador al que todo lo que pasa en Albania no le es ajeno -gracias a su legión de confidentes, entre ellos el propio psiquiatra y una de las amantes del protagonistas, el dramaturgo Rudian Stefa- sino también como el verdadero valedor de los escritores e intelectuales, cuyas veleidades está dispuesto a perdonar. De tal modo, a partir de la actitud de Hoxha hacia Stefa Kadaré aborda una cuestión vidriosa que siempre le ha perseguido: su condición de escritor protegido por el dictador, del que era, por lo demás, paisano.

En este sentido, la novela de Kadaré, que desempeñó la presidencia de la oficialista Unión de los Escritores y Artistas, nos recuerda títulos de Christa Wolf como Lo que queda (1979), en donde el papel de la Stasi es equivalente al de la Sigurimi albanesa. La escritora germanoariental tuvo asimismo que vérselas con el estigma de haber sido confidente. Pero quien está muy cerca de Réquiem por Linda B. es el filme La vida de los otros, estrenado en 2006 por Florian Henckel von Donnersmarck. En ambas obras hay un dramaturgo tolerado y espiado por el régimen comunista y se produce el suicidio de una joven relacionada con ellos. En el caso de Rudian Stefa, se trata de la amiga de una de sus amantes, Migena, desterrada junto a su familia desclasada a la remota ciudad de Gramsch. La denuncia de esta forma de represión constituiría un objetivo de Kadaré si hacemos caso a su dedicatoria "a las jóvenes albanesas que nacieron, se criaron y se hicieron mujeres en la deportación". De hecho, este confinamiento es el que provoca que Linda B. se agarre como un clavo ardiendo a una imposible relación erótica con Stefa del que tan solo recibe una dedicatoria escrita en uno de sus libros. La muerte de la muchacha tiene que ver con todo ello, así como el cervantino desvarío que el Guía resume en esta frase lapidaria: "El escritor busca una novia muerta" (p. 224). Al fondo asoma un mito muy caro al albanés, uno de los mejores mitógrafos contemporáneos: el de Orfeo y Eurídice, que ya estaba en su novela de 2009, El accidente.