Image: Divorcio en el aire

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Novela

Divorcio en el aire

Gonzalo Torné

20 septiembre, 2013 02:00

Gonzalo Torné. Foto: Antonio Moreno

Mondadori. Barcelona, 2013. 305 páginas, 21 euros

Frente al ambicioso panorama general de un sector de la sociedad catalana que planteaba Gonzalo Torné (Barcelona, 1976) en su novela anterior, Hilos de sangre, sumando ángulos de enfoque y puntos de vista diferentes, esta nueva obra del escritor reduce la perspectiva y desarrolla una historia intimista narrada en un discurso sin interrupciones y con vaivenes cronológicos por un solo personaje, Joan-Marc, que dirige su relato a una mujer, entrevista sólo fugazmente, para contar y valorar su relación anterior con otra, la norteamericana Helen, llena de penosos desacuerdos y condenada al fracaso. Divorcio en el aire es una novela psicológica, el retrato de un individuo inseguro y desorientado -Joan-Marc- y de sus difíciles relaciones personales, tanto con sus padres y su hermana como con sus mujeres. Lo que importa, por tanto, es la visión del mundo que la pupila del sujeto transmite y que, a la vez, lo retrata, porque todo está visto a través del filtro de su personalidad. El discurso contiene al mismo tiempo escenas que son como pequeñas islas en la fluencia general y que sirven para impedir que algunos personajes, como los padres de Joan-Marc y los antiguos condiscípulos de éste -Pedro-María, o el transexual Eloy Larumbe, convertido con el tiempo en Eloísa- permanecieran en el nivel de simples esbozo.

Como narrador, Joan-Marc revela un carácter escéptico, a menudo zumbón y crítico, lo que se refleja en su lenguaje, repleto de metáforas que tratan de presentar ángulos inesperados y casi siempre caricaturescos de las cosas. La playa barcelonesa es "una extensión de aceite aguado, ribeteado con arena de mentirijillas" (p. 62); el médico es "un precioso ejemplar rural, de mejillas sonrosadas, con marcas en la frente de tanto enroscarse la barretina" (p. 250). En una reunión de Helen y Joan-Marc con antiguos compañeros "no me recibieron mal, en cuanto nos vieron asomar descolgaron entre nosotros y ellos una cortina de enhorabuenas" (p. 71); a un enfermo "le habían abierto una cremallera del pubis a la garganta por donde extraerle una ristra de ganglios invasivos" (p. 216), y el narrador, acometido por malos presentimientos, confiesa que "las raíces de mi ánimo seguían recubiertas de tierra oscura y húmeda, rica en minerales de miedo y alarma" (p. 217).

Las citas podrían multiplicarse con facilidad, porque todas las páginas rebosan de creaciones metafóricas, de circunlocuciones eufemísticas, de jocosas prosopopeyas, incluso en pasajes donde su oportunidad es discutible, como sucede en las reflexiones del personaje ante el cadáver del padre.. Muchas frases y observaciones parecen intercaladas sólo por su capacidad para engendrar fórmulas inesperadas, de tal modo que, con harta frecuencia, la exhibición de ingenio verbal desborda la línea narrativa y la desdibuja, indicio de que el prosista ha superado al novelista. La cualidad y brillantez de esta escritura destacaban ya en Hilos de sangre, aunque con menor intensidad. Por eso resultaba incomprensible la coexistencia en el texto de tantos hallazgos de escritor con transgresiones gramaticales que ahora se repiten, como las erróneas construcciones preposicionales: "me convencí que..." (pp. 21, 196), "me di cuenta que..." (p. 100), "me dio la impresión que..." (p. 168), "a sabiendas que no tenía razón" (p. 255), "me sentí tentado en deshacer..." (p. 199), etc. También son rechazables algunas palabras inexistentes, como "preveer" (p. 147) o "provinentes" (p. 273), y habría que retocar el reiterado catalanismo en el uso de la forma impersonal de "haber": "habían muchos hombres" (p. 169), "habían hijos (p. 227), "habían otros crustáceos" (p. 253), etc. Con ánimo constructivo, señalé deslices de este jaez al reseñar Hilos de sangre. Compruebo una vez más que fue inútil, y siento tener que insistir en las mismas observaciones y ratificar mi perplejidad ante el hecho, que no sé a quién atribuir, de que en una prosa tan insólitamente brillante puedan colarse errores que ya no sé si son escolares o de bachiller Logse.