Image: El libro de los pequeños milagros

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Novela

El libro de los pequeños milagros

Juan Jacinto Muñoz Rengel

8 noviembre, 2013 01:00

Juan Jacinto Muñoz Rengel. Foto: Nacho Alcalá

Páginas de Espuma. Madrid, 2013. 131 páginas, 14 euros

La nueva obra de Juan Jacinto Muñoz Rengel (Málaga, 1974) es un conjunto de cien narraciones breves -microrrelatos, de acuerdo con la nomenclatura de moda- agrupados en tres bloques de extensión decreciente que, por sus títulos ("Urbi", "Orbe" y "Extramundi"), sugieren una disposición centrífuga, con la ciudad, el mundo y el espacio como marcos en los que alojar las historias. El título completo del libro recuerda los interminables títulos descriptivos barrocos, y bueno será reproducirlo en parte, porque resume intención y contenido: "El libro de los pequeños milagros y los planetas ignotos, que contiene las pormenorizadas y muy veraces [micro]narraciones de los grandes hechos sobrenaturales de este mundo, así como las [mini]epopeyas de otras tantas hazañas extraterrestres, y una recopilación de las más diversas y memorables prácticas amatorias, venganzas y torturas, muertes, reencarnaciones, espíritus y fantasmas […], las crónicas de la conquista del espacio y la búsqueda de Dios".

A pesar de esta organización, que permite comenzar con un relato urbano y cerrar el conjunto con otro narrado desde una lejana galaxia, lo que permanece en la memoria del lector, como resulta inevitable en este tipo de piezas brevísimas, es la intensidad o el ingenio con que se condensan muchas de ellas -destellos aislados y autónomos-, más que la visión global de la interminable aventura humana, que exigiría una obra con otros planteamientos y diferente envergadura. En este sentido, cabe destacar la parodia de las definiciones lexicográficas en "Ciudad dormitorio", los atisbos de crítica social de relatos como "Levantamiento silencioso" o "Vigilados", la teoría de la reencarnación actualizada en "Ciclos", el análisis de la codicia insaciable en "Caminos de la evolución", el desdén y hasta la persecución del conocimiento que se apuntan en "Ganado". La utilización de animales cristaliza a veces en intuiciones brillantes, como sucede en el relato "Señales", en el que los gansos desorientados comienzan a volar "en forma de ese" y los patos avanzan describiendo círculos perfectos. Añade el escueto narrador: "A veces, cuando veíamos una bandada de gansos, seguida de otra de patos, seguida de otra de gansos, llegábamos a intuir que querían decirnos algo" (p. 76). Naturalmente, la figura dibujada en el cielo con estos vuelos es la llamada SOS. En "Aberraciones" se mezclan los ecos de una antigua canción con el recuerdo de esas monstruosas figuras que se derivan de las prácticas con photoshop. "Gnosticismo" plantea la existencia de mundos infinitos, y "Proporción" ensaya la visión del planeta desde una perspectiva remotísima, gracias a la cual se pueden vislumbrar "una suerte de ácaros grises y correosos que ellos, los seres humanos, llaman elefantes" (p. 107).

En realidad, cada una de estas piezas tiene un carácter experimental. Roza la metáfora, juega con la sugerencia, aprovecha las convenciones de la literatura de anticipación científica para dirigir una mirada hacia el hombre. Si no en todos los casos, sí hay numerosos relatos que son otros tantos aciertos que hacen estimulante la lectura. Y la prosa es impecable, con sólo un par de deslices de concordancia ("le fueran dando a todos aquellos", p. 63; "los márgenes de la ría", p. 79) que no empañan la calidad del conjunto.