Image: Doctor Sueño

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Novela

Doctor Sueño

Stephan King

6 diciembre, 2013 01:00

Stephen King

Traducción de José Óscar Hernández. Plaza & Janés. 2013. 596 pp., 19 e.

En 1978, un año después de publicar El resplandor, Stephen King (Maine, 1947) firmó un apasionante prefacio para su primera colección de relatos, El umbral de la noche, en el que trataba de explicar el porqué de su éxito analizando lo que ocurre cuando un lector se topa con una buena historia de terror. Una buena historia de terror, decía, "es una cesta llena de fobias". "Cuando el autor pasa de largo con ella", continuaba, "usted saca uno de los horrores imaginarios que contiene y coloca dentro uno de los suyos propios". ¿Y qué ocurre entonces? Que el lector se deja llevar y, dispuesto a vérselas con uno de los monstruos que se escondían en el armario cuando era niño, disfruta del trayecto. En esa época, en la época en la que King escribía relatos terroríficamente bradburianos titulados La primavera de fresa, el escritor describía sus historias como la clase de magnéticas historias que parecían aquejadas del síndrome "aminoremos la marcha y contemplemos el accidente". Sus historias estaban aquejadas de dicho síndrome, como toda buena historia de terror, como, en sus palabras, "la gran literatura de lo sobrenatural". ¿Lo están ahora? La respuesta es no. Un no rotundo.

Y he aquí el abismo que media entre El resplandor y Doctor Sueño, la presunta secuela de la pesadilla de Jack Torrance, el escritor maldito que, queriendo terminar su novela, estuvo a punto de acabar con su familia (su mujer Wendy, su hijo Danny) en un hotel encantado. Un abismo de 36 años en los que el talento para el terror de King ha empequeñecido en la medida en que el escritor ha ido vaciando de horrores su particular "cesta de fobias" y la ha ido llenando de recuerdos. La metamorfosis se inició en 1998, cuando publicó su primera historia de fantasmas decididamente nostálgica (Saco de huesos), y se completó en 2011 con 22/11/63, novela enjambre de recuerdos de infancia y prepubescencia del escritor revisitables gracias a la misma máquina del tiempo que permite al protagonista salvar a JFK.

Doctor Sueño es, pues, la siguiente novela del Nuevo Stephen King, el Stephen King que ha abandonado el trono del Maestro del Terror para ocupar el del Maestro del Melodrama de Tintes Sobrenaturales, y, en ese sentido, no debe leerse (lo ha advertido el propio King) como una secuela de El resplandor sino como una especie de spin-off; la historia de redención de Danny Torrance, el niño que podía ver a los fantasmas del Overlook, convertido hoy, 36 años después de que el hotel ardiera, en un alcohólico cuarentón que tiene que librar a una niña, Abra, del Nudo Verdadero. ¿Y qué es el Nudo Verdadero? El único elemento terrorífico de la novela: un grupo de vampiros psíquicos que viajan en autocaravana y viven del alma de niños que, como Danny, como Abra, poseen el resplandor.

Todo aquel que espere una reapertura del Overlook se dará de bruces con una historia de redención que nada tiene que ver con la pesadilla de Jack Torrance. Lo que pretende King, con un tono frío, es hacer que el lector asista a la resurrección de un Danny Torrance que en nada recuerda al niño que fue, un Danny Torrance que podría llamarse de cualquier manera y ser sólo un alcohólico más, deseoso de hacer las paces con una parte de su pasado encarnada en una niña a la que persiguen un puñado de demonios devoraniños. Dicho esto, King sigue siendo King, y su pulso narrativo brilla por momentos (la descripción del modo de vida de los integrantes del Nudo Verdadero es buen ejemplo), aunque, como demuestra Doctor Sueño, cada vez es menos capaz de conectar, terroríficamente hablando, con el lector y sus muchas fobias, fobias que permanecen ahora al margen, lejos de cualquier tipo de cesta.